Por Fabio Marcial
(El pueblo manchego, diario de información (Ciudad Real), 26 de abril de 1921, p. 2)
Ayer se cumplieron cuatrocientos años de aquel día en que el hacha del
verdugo segó la cabeza en la plaza de Villalar de Padilla, Bravo y Maldonado, los comuneros de Castilla, los defensores de la castellanas libertades.
Cuatro siglos han pasado ya y el tiempo, que todo lo destruye y que hasta relega al olvido de la masa popular muchas grandes páginas de la Historia, ha mantenido ésta en el alma de la Patria, en tal forma, que ha vivido el recuerdo de sin monumentos ni estatuas que lo evocase.
Por más que tampoco se necesitaban esos cuatro siglos, han conservado el castillo de Torrelobatón de donde salieron el ejército de las Comunidades, compuesto por once mil hombres, para sucumbir en las llanuras de Villalar, rotos y deshechos por los mil quinientos jinetes del conde de Haro y los seis mil infantes del Emperador.
Villalar conservó hasta 1820, en que fue mandado derribar por "El Empecinado", el rollo donde la mano del verdugo sagó la cabeza de los bravos comuneros; pocos años después se alzaba en el sitio un sencillo obelisco.
¿Para qué más monumentos de recordación? El tiempo se encargó de reparar el olvido de los hombres; y lo reparó cumplidamente, esculpiendo en cada pecho castellano la historia de los comuneros y conservando a las caricias del sol ardiente de Castilla las moles de piedra del hidalgo
castillo de Torrelobatón, y el pueblo de Villalar, en donde aún subsiste la vieja torre, cuyas campanas tocaron a arrebato llamando a las Comunidades a la batalla, y doblaron con lento toque de agonía en las amargas horas del suplicio cruento de los defensores de las libertades de Castilla.
Ayer Segovia honró a Juan Bravo; la ciudad natal se engalana con la efigie de bronce de su comunero. ¿Para lo demás? Ya hemos visto la suerte que corrió en el Parlamento la petición.
Este presupuesto que mantiene a tanto inútil no podía satisfacer unas pesetas para quienes defendieron las libertades patrias; bien es verdad que lo dijimos aquel día lo tenemos que repetir hoy. En los días que corremos, ¿quién puede hablar de libertad? Hoy sólo tenemos la libertad de la Star.
Pero a buena fe que a nuestros comuneros no les importará la falta de monumentos; les basta con que cada pecho español conserve el recuerdo inolvidable de su historia; con que el sol de Castilla siga abrasando las moles de piedra del castillo de Torrelobatón y la plaza de Villalar, donde se levantó el cadalso después de caer gloriosamente abatida la roja bandera de la guerra de las Comunidades... y les bastaría mucho más si viesen surgir otros tres hombres, con alma suficiente, para defender las libertades patrias, rotas y maltrechas por los profanadores que asesinan para coaccionar con sus pistolas el sagrado de esa libertad que es amparo del hogar y de los pueblos.
¡Torre vieja de Villalar, que toquen pronto tus campanas a arrebato; pero no con acento de agonía, sino de triunfo, por el triunfo de la
libertad!
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