Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

sábado, 24 de diciembre de 2016

El movimiento regional castellano

(1932)

Yo quiero quiero ver en este movimiento -porque es una visión rayada por zig-zags de optimismos y valentías- una vibración enérgica de la ancha meseta contra los egoísmos nacionalistas catalán y vasco. Yo no niego facultades administrativas a las regiones competentes, porque soy autonomista; pero negaré y combato la avaricia y el ansia de las regiones que sin haber llegado a una competencia plena, pretenden no un pacto con el Estado, pues esto significaría osadía o error, ambas cosas fáciles de domeñar o corregir, sino una simulación de acatamiento envolviendo un bajo y ruin contenido rebelde.

Castilla, ante ese falso muestrario de suficiencias que son los Estatutos, y en las que nos quieren hacer creer con un empeño de imposición, se resuelve herida y, con el austero orgullo de sus hidalgos, muestra sus caudales consumidos por tanta dádiva, sacrificados más de una vez por exigencias del país vasco y de la ciudad de los condes, núcleo de la célula catalana. Pero estos caudales no están agotados como para darlos por fenecidos; están mermados, sí; pero aun suman lo capaz para rehacer el valor perdido. Y para recuperar este valor se ha fundado el Instituto Económico Castellano. Su presidente, un hombre de rancio castellanismo, nos dice:

-Nosotros, como reza la circular que hemos repartido, pretendemos fomentar el trabajo en Castilla, promoviendo y secundando, objetivamente, todas las iniciativas que puedan incrementar los bienes materiales de nuestra región; intervenir cerca del Gobierno y dependencias oficiales en pro de cuantas gestiones interesen a la vida económica de las provincias castellanas, y organizar un archivo estadístico y arancelario para divulgar sus
estudios, y poner su documentación al servicio de los distintos elementos asociados.

-¿Y el proyecto de hacer de Santander el puerto de Castilla?

-Es un proyecto decidida, imperativa, categóricamente aprobado -nos contesta remachando las palabras-. Y tan es así que sin ese puerto fortificado por una zona industrial castellana nuestros propósitos se anquilosarían, pues todos ellos son radios de él, que lo hemos adoptado como centro, como objetivo de nuestros estudios.

-¿Probabilidades de éxito?

-Todas.

-¿Sólo esto?

-Por ahora solo esto. ¿Le parece poca la afirmación?

-Volvemos a Santander -le digo invitándole a rasgar velos.

-No; por ahora nada más. En este momento, no juzgo discretas unas declaraciones amplias; tenga en cuenta que solo hemos celebrado dos reuniones, porque es mi propósito -y mis propósitos no los quebranto-, hacerlas desde la tribuna. La tribuna será Santander y el título de mi conferencia, "Ideal castellano".

Cariñosamente me tiende la mano y me dice:

-¡Por Castilla!

Y yo, recogiendo el apretón de manos, le contesté:

-¡Por Castilla!






miércoles, 21 de diciembre de 2016

La unidad cultural

(Nueva Alcarria, 16 de diciembre de 2016) 

Por Juan Pablo Mañueco

¡11 del 12, 11 del 12, 11 del 12! Es fecha cultural en que el 11 de diciembre de 1230, por el Tratado de Benavente, las dos Castillas (desde el Cantábrico a Sierra Morena) decidieron pacíficamente unirse para siempre con el reino de León a través de Fernando III el Santo.

Se alumbraba y gestaba así un asombro cultural mundial que iba a fructificar en la Universidad de Salamanca y en esta obra cultural igualmente magna de Fernando III y Alfonso X el Sabio (este último ya desde el centro político y cultural del Reino: Toledo).

¡Enhorabuena a los integrantesde una de las tres o cuatro lenguas y culturas realmente imprescindibles en el planeta Tierra, la compuesta por la lengua de Castilla que comenzó a gestarse un 11 del 12. El Arcipreste de Hita, el marqués de Santillana, Garcilaso de la Vega, el Lazarillo de Tormes, Fray Luis de León, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón, José Zorrilla, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Miguel Delibes, Antonio Buero Vallejo... os contemplan!
¡Enhorabuena, Castillas y León! ¡Enhorabuena, cultura castellana! ¡Enhorabuena castellanos! ¡Estamos orgullosos de serlo! ¡Y de que nuestra cultura vaya a perdurar y a asombrar al mundo por siempre!

¡Unidos estamos culturalmente y unidos estaremos culturalmente para siempre por encima de coyunturales y artificiales fronteras políticas, que mañana pueden y deben variar! ¡Viva nuestra unidad cultural!

domingo, 18 de diciembre de 2016

El Regionalismo castellano

(Diario Palentino, mayo de 1917)

Por Francisco Rivas Moreno (Miguelturra, 1851-Ciudad Real, 1935)

Para los hijos de Castilla la idea de la Patria está colocada en el altar de sus más puras adoraciones, y el mayor placer es ofrendarla todo linaje de sentimientos nobles y de acciones generosas, anhelosos de ver a la madre común disfrutar de grandes prosperidades. No tiene, por tanto, el regionalismo castellano ni el más remoto parentesco con el que en malhora propaga Cambó por algunas provincias.

El regionalismo a que aludía el ilustre general Aguilera en un discurso del Hotel Ritz es el que,por nada ni nadie, se presta a debilitar ni romper las disciplinas de la unidad nacional.

Importa mucho al interés público acabar con los equívocos en todo cuanto hace relación con las campañas regionalistas, pues los catalanes que han tremolado esta bandera empezaron las propagandas con palabras tan poco explícitas que dejaban la duda de si abogarían por la descentralización o el principio federativo; pero las intenciones han ido quedando al descubierto a medida que se han creído más fuertes, y Cambó habló en Bilbao con tal desenfado del nacionalismo, que ya no hay que leer entre líneas en los discursos de este propagandista para saber que ni Mella, ni Maura, ni ningún buen español pueden comulgar con sus ideas.

La Vizcaya, en Galicia y en otras regiones de la Península que tienen dialecto propio, los regionalistas catalanes intentan buscar prosélitos, tocando algunas fibras del sentimentalismo, a las que saben ellos que no deja de responder la irreflexión.

El hecho de que los catalanes y vizcaínos enseñen a sus hijos el dialecto en que sus antecesores expresaron los cariños de familia y los amores a la Patria nada tiene que ver con la idea nefasta de querer romper los vínculos de una nacionalidad gloriosa formada por los siglos a costa de innumerables sacrificios.

Para los castellanos, el problema del regionalismo no representa otra cosa que la obra del progreso nacional por medio de la división del trabajo.

Cada región tiene intereses particulares que, fomentados por los que en ella viven con unidad de esfuerzos y aspiraciones que permite el interés común, dará por resultado una mayor cultura y un estado económico más próspero.

La hacienda nacional no es, en realidad, otra cosa que la suma de las regionales, y, por tanto, a mayor prosperidad de ellas corresponderá un mayor florecimiento de la primera.

No tienen los catalanes, ciertamente, la exclusiva en lo que atañe a la protesta enérgica y sincera contra los males del centralismo administrativo; pero el remedio de éstos no se acude tratando de amputar al cuerpo nacional todos los miembros para provocar la muerte, sino aplicando aquellas normas de conducta que el estudio y la experiencia recomiendan como de eficacia bastante para llevar a la normalidad el país.

Hay que agregar, a una descentralización bien meditada, otros particulares, que, si bien no tienen alcance tan extraordinario como esta primera reforma, que pudiéramos calificar de espina dorsal del regionalismo, son complemento obligado de este programa.

Aludo al hecho de que los hijos de cada región sean los primeros en la labor de engrandecimiento de la patria chica, tanto porque, estando llamados a recoger los provechos, sobre ellos pesa la obligación de un concurso entusiasta y decidido, cuando porque, educados en los apremios económicos de la región y en sus necesidades morales y materiales, es natural que a ellos les sea más llano el camino a recorrer que a los extraños al sentir y vivir de comarcas a las que no estuvieron nunca ligados por vínculos de ninguna clase.

Se desenvuelve nuestra vida en una serie de círculos concéntricos; tenemos en la familia los más fuertes afectos; siguen a éstos los del pueblo donde nacimos; después, la provincia; más tarde la región, y, por último, la nación.

Ha tenido la Mancha hijos ilustres a quienes en la historia se dedican algunas páginas escritas con pluma de oro; y, a pesar de esto, no hay en aquella región, para mí tan querida, un monumento que los recuerde a la posteridad, sucediendo esto precisamente en una época en que se ve levantar estatuas a medianías, ayunas por completo de todos aquellos méritos que legitiman estas distinciones sociales.

Siendo Presidente de la Diputación de Ciudad Real propuse a la Corporación, y ésta aceptó por unanimidad, que se levantaran dos estatuas: una a Espartero y otra a Monescillo.

Cuando estos dos grandes hombres llegaron a las más altas jerarquías, de la gobernación del país primero, y del estado eclesiástico el segundo, vivían extraños por completo a la patria chica, porque ésta poco o nada les había ayudado para subir la escala de las altas distinciones. Todo, absolutamente todo, lo debían al esfuerzo individual como ahora sucede al general Aguilera. Muchas personas han creído que Espartero era riojano.

Los tiempos han variado, afortunadamente, y yo me enteré con singular satisfacción de los agasajos y distinciones que hace meses dieron ocasión para exteriorizar los entusiasmos y el cariño con que la patria chica premiaba los relevantes méritos de dos pintores tan eximios como Carlos Vázquez y Ángel Andrade.

Los catalanes, que tanto abusaron del Arancel en daño de las demás regiones, quisieran, para otros efectos, rodear a aquellas provincias con una muralla parecida a la de China persiguiendo un aislamiento que los hechos evidenciarían bien pronto que les era dañoso.

En Castilla no es el egoísmo escudo que pueda amparar las conveniencias de la región.

Las normas del regionalismo de buena ley, consisten en no escatimar esfuerzos ni sacrificios con objeto de que las de que las actividades de la región al más próspero desarrollo.

Con minas de carbón y lanas superiores, tanto en Puertollano como en los pueblos limítrofes, debía existir una industria fabril en condiciones de sostener la competencia con las similares de toda España y del extranjero.

El algodón vuelve a cultivarse en Andalucía con buen resultado, y si esta inicitiva arraiga, la industria manchega dispondría, con gastos de arrastre muy livianos, de una primera materia de capital interés.


El cáñamo puede producirse en esa región en cantidad bastante para dar vida a industrias que ya florecen en comarcas de menos elementos.

En cuanto a las personas opino que no debemos negar a los de casa las ayudas a que tienen derecho con sus merecimientos y por los vínculos de la sangre; pero en modo alguno suscribiría el esclusivismo de los catalanistas, porque la vida de relación de regiones impone a este respecto, el intercambio.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Inocencio Haedo, el labrador de las canciones castellanas

(Ritmo: revista musical ilustrada, nº 16, 30 de junio de 1930, p. 4-6)

Por Juan Manuel Prieto

Una sorpresa, una gran sorpresa me aguardaba en el Teatro de la Zarzuela. Era nada menos que la revelación Castilla cantora, de Castilla la madre, el solar de la raza, la mil veces gloriosa, sufrida y valiente, hoy más que nunca, por sufrir resignada las necedades que de ella dicen y escriben gentes que no la conocen y por recibir hidalgamente a pintores que tan mal la retratan, llevando por el mundo una visión anémica y tétrica quien ni fue ni puede ser como esos visionarios quieren que sea.

En el escenario de la Zarzuela, un ramillete maravilloso de gentiles damiselas bonitas, vestidas de blanco, y un grupo de muchachos jóvenes, correctos dentro de su traje de etiqueta; y al frente de ellos un hombre fornido, alto, de hirsuta barba -amalgama de oro y plata- y ojos azules, dominantes y sugestionadores.

En la sala, el alma de Castilla, creciendo, entrándose en todas las almas, poniendo honda emoción en todos los pechos y mostrando, al conjunto de sus raciales canciones populares, que vive y siente, alienta y ama, diciendo en las melodías de tierras llanas, que no es decrépita ni agoniza, como han pretendido muchos que de ella hablaron.

Los cantores -formidables cantores- las muchachas bonitas y los jóvenes correctos, han sido la prueba más rotunda de lo mucho que a Castilla se la desconoce; tanto, que hasta se ha lanzado la horrenda blasfemia de que Castilla no cantaba.

El paladín defensor de la llanura, cruzado intrépido de una cruzada de arte, se llama Inocencio Haedo. Es cántabro, nacido allá por los días de 1878, en la única provincia de Castilla que se asoma al mar, en Santander, y son sus huestes unos cuantos muchachos y unas cuantas señoritas, que, caballeros de un noble ideal, van a hacer que a Castilla se la conozca, y al conocerla se la rinda justicia.

Yo hubiera querido hablar en Madrid con el director de la Real Coral Zamorana, pero la casquivana casualidad se empeñó en lo contrario, y quieras que no, hube de ir a Zamora para interviuvar a este hombre, figura hasta hoy casi desconocida, pero interesantísima, reveladora de lo que pueden un espíritu y una voluntad al servicio de un ideal elevado.

Y heme en Zamora, una ciudad a la que la historia conoce con el nombre de "la bien cercada", plena de evocaciones y sugerencias, guardadora de magníficos monumentos románicos, cuyas piedras viejas parecen coágulos de sol, y en cuyas calles vetustas el tiempo parece no existir.

Inocencio Haedo y yo marchamos por una carretera recta, rayo de inquietud que rasga la llanura de castos colores en la hora silenciosa del véspero.

A los lados, tierras de labor cubiertas con el oro promesa de las mieses; lejos, los puntitos perezosamente movibles de unas yuntas, y al fondo, unos pueblos en silueta, que parecen ocultarse tímidos tras las lomas de tierra, mostrando sólo el rubor de sus tejas.

Avanzamos calmosamente. En uno de los frecuentes altos con que, para discutir, interrumpimos la caminata, mi acompañante me dice:

-Perdóneme que le haga pasear para logar su propósito de interviuvarme; pero no me ayuda otro remedio. Es mi única hora libre y la aprovecho para tomar un poco de aire y saturarme de Castilla, el gran amor de mis amores.

Y charla que te charla y anda que te andarás, mi interlocutor, en una conversación ingeniosa, salpicada

con frecuencia de pintorescos y humorísticos comentarios, me ha contado su vida.

-Dígame, D. Inocencio.

-No, por Dios -me ataja, llevándose las manos a la cabeza-, D. Inocencio sólo me llaman las monjitas y los sacerdotes; Haedo, simplemente, la mayor parte de la gente, y maestro los muchachos de la Coral y mis amigos. Usted puede llamarme como quiera, menos D. Inocencio.

-Pues bien, en maestro le dejamos, ¿quería usted decirme cómo nació la Real Coral Zamorana?

-No crea que fácilmente. La Coral es un producto de largas cosechas, he tenido que sembrar y seleccionar mucho para poder conseguir un fruto en razón.

-¿Entonces, es ya el logro de una labor premeditada y llevada sin titubeos y directamente a la práctica?

-Tampoco crea esto. La actual Coral es hija de un orfeón titulado "El Duero", que yo fundé hace unos veinte años, y con el cual recorrí triunfalmente algunas capitales españolas, consiguiendo con él clamorosos éxitos en Madrid, Barcelona y Salamanca. En esta última población, en certamen de Orfeones, obtuvo el primer
premio. En Madrid logré que una de nuestras canciones castellanas, "Tierras llanas" se titulaba, obtuviera también un primer premio.

-La Coral es, puede decirse, la continuación del Orfeón "El Duero", ¿verdad, maestro?

-Ni mucho menos -responde prestamente Haedo-. Entre aquél y ésta media un abismo. Aquellos eran unos muchachos artesanos, que cantaban solamente por el placer de cantar, y los componentes del coro actual son muchachos mucho más cultos, empleados en su mayor parte, industriales, ingenieros, médicos, pintores, periodistas, etc., que sienten todos la satisfacción de hacer arte, y amantes de Castilla, obedecen gustosos cuanto les mande, por ver triunfar la tierra nativa envuelta en los ropajes de sus canciones.

-Su labor de ahora ha de ser, por tanto, menos ingrata que la de antes.

-Cierto, cierto. Hoy en la Coral hay mucha gente que sabe música, sobre todo las señoritas, entre las cuales tango algunas profesoras de piano.

Como yo hiciese un elogio del prodigioso dominio de matiz y empaste que es la Coral de Zamora, Haedo me arguye:

-Eso es fruto de un ensayo constante ininterrumpido. Todos los días ensayamos dos horas; tal es nuestro secreto.

Calla mi interlocutor. Sus ojos, del mismo color del cielo vespertino, miran vagamente a lo lejos; y así caminamos en silencio, hasta que una nueva pregunta mía lo distrae de su cavilar.

-Dígame, ¿usted es castellano?

-Sí, señor; nacido en Castilla la Vieja, en Santander, donde estuve hasta los catorce años, en que vine a Zamora y a la cual no he vuelto a abandonar. Por cierto que de Santander tengo un recuerdo imborrable; mire. Al decir esto me muestra una profunda cicatriz que cruza su frente y me explica:

-Jugaba yo en el muelle y contemplaba con curiosidad de chico el incendio del vapor "Machichaco", que ardía en la bahía, cuando sobrevino la explosión, y uno de los cascotes me alcanzó; pero lo más desagradable fue que al volver a mi casa, me encontré con que ésta había desaparecido a consecuencia de la misma explosión. Y en Zamora -agrega riéndose- me hirió otra aún más grave, la del amor, causándome tales lesiones que sólo pude curarlas con el matrimonio.

-Según eso, y parodiando a Gabriel y Galán, ella y el campo le hicieron a usted músico.

-No pudieron ni una ni el otro hacerme músico, porque ya lo era. Yo fui músico desde el mismo momento de nacer, pues cuando vi la luz entoné un aria a la vida, que según mis familiares duró en un crescendo rabioso y consecuente varias horas.


-¿Su primer profesor de música fue...?

-Mi padre, que entonces era fundador y director de la Banda municipal de Santander, y en la que yo ingresé por oposición a los once años como flautín, simultaneando estos estudios con los de violín y piano. A los doce años, con mis compañeros de juegos, fundé un orfeón, del cual me erigí director, y así he continuado, amando el arte sobre todas las cosas, y del arte la música, y de la música las canciones populares.

Las últimas palabras de D. Inocencio -perdón, Haedo, se me ha escapado, despiertan en mí unos furiosos deseos de averiguar, y las preguntas brotan en tropel de mi mente pudiendo, al fin, no
sin gran trabajo, ponerlas en orden.

-Usted dice, maestro, que ama el arte sobre todas las cosas. ¿Qué concepto tiene de él?

-Es tan vario, tan complejo y tan poco corpóreo como puede ser el arte mismo. Creo que las impresiones de arte no pueden expresarse, sino que lo único que cabe es sentirlas, y por eso mismo no creo en moldes nuevos ni viejos, únicamente creo en el arte mismo, y allí donde exista, triunfará, sean modernos o sean
antiguos los procedimientos que se emplearon para lograrlo. Lo que sí cabe es educar a los niños en el ambiente artístico, para hacer más sensible su espíritu. Créame -termina- si nuestras escuelas marcharan al unísono el abecedario y los signos musicales, habríamos resuelto, sin proponérnoslo, muchos grandes problemas. Sobre todo enseñar a cantar, para que cantando se aprenda a conocer la tierra donde nacimos y para que los cantos del pueblo, alma de su alma, no se pierdan.


-De acuerdo con sus ideas, su vida tiene que haber sido un verdadero apostolado musical.


-Puede asegurarlo. Yo en Zamora he fundado cuartetos, orquestas; organicé la Banda provincial, hice funciones teatrales de zarzuela de aficionados, conseguí que se trajeran grandes orquestas, como la Filarmónica; fundé en esta ciudad la Asociación de Cultura Musical y conseguí que grandes músicos fueran conocidos.

-Estará usted ya un poco fatigado de tan ruda labor.

-Todo lo contrario; siento los mismos bríos y las mismas ilusiones que en mis mejores días. Tanto, que ahora estoy tratando de organizar "La Sociedad Filarmónica Zamorana", patrocinada por la revista Ritmo, y, además, me alienta el haber logrado la mayor ilusión de mi vida: el triunfo de la canción castellana y haberlo obtenido con un intérprete como la "Coral Zamorana".

-Magnífico intérprete, maestro, del cual no sólo usted, sino todo Castilla, puede estar satisfecho. De ellos y de usted, descubridor de las canciones del llano.

-Descubridor, no, pues antes que yo Ledesma, Olmeda y otros varios, hicieron excelentes, maravillosos, cancioneros castellanos, a los cuales, el único defecto que les encuentro es el no estar armonizados, para que después todas las sociedades corales pudieran cantarlos y divulgarlos y no sucediera lo que sucede con ellos, que son casi en absoluto desconocidos.

Tiene razón este hombre alto y erguido que marcha junto a mí. No sólo es labor de buscar y recopilar; también lo es de divulgar y de dejar que todos puedan saborear los finos manjares que el arte del pueblo creó. Y siguiendo el hilo de estos pensamientos, pregunto a Haedo cómo busca y pule sus canciones hasta convertirlas en esos cuadros de color, que en la Zarzuela hechizaron a los oyentes.

-No soy yo sólo -me responde- quien busca las canciones, aunque la mayor parte son recogidas por mí de boca de las mismas gentes aldeanas, en excursiones que realizo por los pueblos más apartados de la provincia; son también elementos extraños al coro, como D. Nicolás Rodríguez, beneficiado tenor de nuestra Catedral, o componentes de la Coral, como Manuel Crespo y el solista barítono de ella y excelente pintor Gallego-Marquina, los que verifican excursiones artísticas por la provincia y buscan canciones, que aprenden al oído y que yo después transcribo a notación musical y armonizo. Lo demás lo hace el amor al arte y el cariño a Castilla de los elementos de la Coral.

Calla el maestro su labor tenaz, de nervio vital, de esta magnífica entidad artística; y mis preguntas, para llevarle a este terreno, se estrellan contra su modestia.

-¿A qué cree que se debe la actual preponderancia de las masas corales y qué importancia supone que puedan desempeñar en el desenvolvimiento musical español?

-En cuento a lo primero -me contesta- es fácilmente explicable, puesto que para cantar no se necesitan estudios previos ni condiciones especiales: cualquiera puede hacerlo, y el ejemplo de un individuo que canta, arrastra a los demás. Prueba de ello es que, a raíz de nuestra actuación en León, Palencia, Salamanca y Cáceres, se fundó en cada una de estas ciudades una masa coral. Respecto a lo segundo, no cabe dudar en una beneficiosa influencia, puesto que el individuo que comprende y ama la sencillez de la música popular, lo mismo ama y comprende la belleza de las costumbres o el tipismo de los trajes de esos rincones ignorados que tanto abundan en nuestra península.

No creo que sólo; también, como en los coros se canta la música clásica, el espíritu de los cantantes se afina y sensibiliza.

Nosotros, en este sentido, no hacemos más que seguir lo que ya han hecho otras naciones, Alemania, por ejemplo, donde todas las canciones populares están armonizadas y donde se canta en escuelas, liceos y universidades. Esto que debemos hacer nosotros, se hace ya en algunos Centros, como en la Residencia de señoritas estudiantes en Madrid, y así lograremos salvar el tesoro folklórico nacional, tan rico y tan vario.

-¿No ha investigado usted más que cuestiones musicales?

-Algo más, pues también reúno romances antiguos, de los que tengo una bella colección.

-Por cierto -continúa- que esta afición se despertó en mí por un caso curioso que presencié; verá usted. Vino a Zamora D. Manuel Manrique de Lara buscando romances antiguos, y yo le acompañé por los barrios viejos y arrabales de la ciudad. Encontramos bastantes; mas juzgue usted mi asombro cuendo me dijo que uno que le había comenzado una sefardita en Rumanía y lo había dejado incompleto, terminaba de completárselo una de las mujeres con quienes habíamos estado hablando.

-¿No le ha sucedido nunca nada curioso en la búsqueda de canciones por los pueblecillos de la provincia?

-¡Hombre, sí! -me contesta Haedo, tras unos instantes de reflexión. Fui a un pueblecillo en busca de canciones; en compañía del pintor Gallego-Marquina, y como éste, mientras yo visitaba a las autoridades, extendiera el caballete y se pusiera a tomar unos apuntes de color, las gentes del lugar nos tomaron por funcionarios del Catastro; y creyendo que si cantaban les iban a subir la contribución, se negaron en absoluto. Y a no ser porque el señor cura desvaneció desde el púlpito, al día siguiente, sus injustificados temores, me vengo si recoger unas cuantas tonadas deliciosas que allí encontré.

Veo en el pecho de mi interlocutor lucir el botoncito de caballero de la orden de Alfonso XII y le pregunto si fue ésta su mayor alegría.

-No; la mayor alegría la obtuve con los triunfos de la canción castellana en lugares como Barcelona, y últimamente en el Ateneo madrileño; y mi mayor pena, si es que le interesa saberlo, la muerte de dos de mis hijos varones, en los cuales cifraba la esperanza de continuar mi labor en pro de las tierras de Castilla.

Hace rato que hemos emprendido el regreso. Del pueblo lejano suben hasta el cielo plegarias del humo. Flotante en el ambiente todos los ruidos de la tranquilidad y suenan de una manera deliciosa los trigos mecidos por la brisa y el río, que escurre blandamente por la azuda y canta su canción en las aceñas. Los gañanes, que vuelven jinetes sobre el lomo de la "Mohina" o de la "Cariñosa", nos saludan corteses. Muy dulcemente suena en mi mente la copla del solo de "Pardalas", una de las más bellas canciones de la Coral Zamorana:

"Dice mi morena

que al ir de arar,

la alegría del campo vuelve al lugar"

El maestro ha vuelto a soñar, perdida la mirada dominadora entre las tierras de labor, y en mí toma cuerpo la última pregunta:

-¿Piensa dar a conocer su labor en el extranjero?

-Difícil es esto, pues los elementos de la Coral no pueden abandonar sus ocupaciones mucho tiempo; pero no pierdo la esperanza de cantar en Lisboa, París, Berlín y acaso en América. Aunque es difícil, muy difícil; ahora en Madrid, me ofrecían un contrato por cien conciertos para las principales naciones europeas y americanas; hube de resignarme a no aceptar, y solo les enviaremos nuestra voz en conserva y en unos discos que hemos impresionado hace dos meses.

Estamos nuevamente en la ciudad. El maestro Haedo vuelve a su meritoria y heroica labor de educar voluntades y enaltecer a Castilla, y yo de regreso a la Corte. Un apretón de manos, de esas manos que parecen hacer malabarismos con las voces de sus cantores, y nos despedimos.

Ya en el tren, solo en mi departamento y mientras el convoy cruza la llanura que comienza a ser devorada por las sombras, entono una salve a Castilla, a mi Castilla, la tierra sana y joven, que canta y que ríe, que goza y que ama y que se adorna con los colores más bellos, más suaves y más castos, aunque escritores necios y pintores neuróticos la sientan de otro modo.

















jueves, 15 de diciembre de 2016

Castilla se desconoce a sí misma

(El Debate, 3 de diciembre de 1918, p. 3)

En el manifiesto que varios jóvenes segovianos han suscrito se dice admirablemente que por medio del estudio y del amor a la región [Castilla deja de desconocerse a sí misma], pues para amarla es necesario conocerla.

Castilla es uno de los pueblos que viven más olvidados de su propio ser. A ello ha contribuido en los últimos años una literatura funesta, que simbolizaba a Castilla en unos cuantos hechos militares y unos cuantos nombres gloriosos; y eso no es toda Castilla. Hay que estudiar a Castilla en sus costumbres, en sus instituciones privadas, en la gran literatura, en sus organizaciones democráticas, en sus gremios, en sus luchas contra el poder de los Reyes en favor de las libertades populares, en su gran cultura política, en su comunismo agrario.

Hay que comenzar por conocer el pueblo castellano, porque del conocimiento surgirá el amor. Pero no creáis que esta obra es de biblioteca, ni de investigación. Hay que buscar la parte material, el efectivo económico de la vida castellana. Descuidad la parte material, y nunca obtendréis nada práctico.

El primer paso de Cataluña, según Prat de la Riba, fue solicitar autorización para comerciar con América. Ni el regionalismo vasco, ni el catalán es de navieros ni industriales; pero sin la
prosperidad económica de ambas regiones no existiría ni la pujanza política ni el espíritu idealista que se ha creado entre algunas gentes.

El espíritu práctico es común a todos los pueblos. Así, en el romance de "Mío Cid" se dice que el Cid Campeador guerreaba para obtener ganancias para su país; y cuando conquistaba lo hacía no sólo porconquistar nuevas perlas para la Corona de Castilla, sino porque los hijos del reino encontraran, en la tierra ocupada, rica herencia.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Por Castilla

(El Noticiero de Soria, 5 de marzo de 1918, p. 1) 

Por Noti

Un día son los periódicos, otro día otros los que suelen hablar de Castilla en son de que se despierte y ande. 

Despereza y movimiento, que en verdad a nosotros que además de ser periodistas desde hace casi medio siglo en activo y castellanos de vida y muerte con entraña y corazón de la propia madre Castilla la Vieja, nos obliga y nos eleva muy alto a decir: O nos unimos de una vez todos los castellanos con menos palabras y más hechos para tratar de salvar y engrandecer a nuestra Patria chica, o no pensemos tan sólo, la parecer, en mostrarnos unos valerosos Quijotes, degerando en acabar por tontamente unos Sancho Panza.

A cuento viene esto, de que acabamos de leer con serenidad, pero ya más espoleados en el caso, otro artículos del buen periodista redactor de ABC, don José M. Salaverría, titulado "Castilla, aspectos españoles".

Entre los párrafos más sabrosos, dice los que a continuación copiamos:

"La zurda predilección que se ensaya contra Castilla es una infamia y una locura que no se quiere delatar y combatir bastante. Ciertas comarcas actualmente ricas dicen: "No queremos ser gobernadas y mandadas por Castilla" ¿Pero es cierto que Castilla manda, en el sentido feo de la expresión? ¿Manda como Inglaterra a Irlanda, como Austria a los países yugo-eslavos, como Rusia mandaba a numerosas regiones? Nadie puede afirmar esto, porque Madrid, la política española y el Gobierno español están abiertos a todos los españoles, y por que Castilla cuenta menos que nadie políticamente. En cambio, Castilla manda por la tradición, por la literatura, por el idioma, por el arte; Castilla es el nexo y el cauce de la substancia española. ¿Se quiere ir contra Castilla para quitarle que sea el nexo, el cauce y la razón expresiva de España...?

Si queremos la pervivencia de una nación peninsular, debemos trabajar porque Castilla su cualidad de cabeza de España. El dilema no admite evasivas: o es Castilla la Cabeza; o no existe España. La conveniencia de que no exista España creo que solo a las mentes cerdudas de ciertos sectarismos puede placer.

Está construida España sobre la base de Castilla. La Historia, la cultura, el ser de España han tomado irremediablemente el tono castellano. Castilla, por su uniformidad, por su situación geográfica (en alto y en el centro), está hecha para dominar y para unificar. En tal sentido, es un caso tal vez único en Europa, de manera que Castilla no ha dominado España por virtud de una oportunidad dinástica ni por la lacería de una raza arbitraria y absorbente (como Inglaterra sobre las islas, Prusia sobre Alemania, Austria y la misma Francia del Norte): Castilla ha sido naturalmente, geográficamente, providencialmente, cabeza de España. Desprestigiar y raer a Castilla es igual que raer los cimientos de la casa que habitamos."

Está bien, de acuerdo. Son acentos los del señor Salaverría, que no deben tener tan solo vibración en el periódico, hay que consecuenciarlos en la práctica.

Y a este efecto, recordamos que el día 8 de febrero próximo pasado, ya publicamos el manifiesto que La Unión Castellana nos remitió, firmado por la Junta de Organización, del que se enterían nuestros habituales lectores.

A pie de nuestro manifiesto decíamos lo que juzgamos hoy oportuno reproducir con tanto o más motivo, cuanto que no hemos obtenido contestación alguna de aquella Junta e ignoramos si sigue viviendo o que convencida de esterilidad, haya dejado de existir.

Nuestra opinión en el asunto, la manifestamos así:

"Ojalá que todo lo que expone esa Junta Organizadora de La Unión Castellana no resulte un intento más, que en tal caso habría que sumar a los muchos realizados distintas veces en pro de Castilla la Vieja.

Si la unión de todos los castellanos, al fin fuera un hecho, mejor estaríamos de lo que lo estamos.

Vengan pues los hechos y así seríamos -aunque de los más pequeños- no de los menos resueltos a la defensa de los generales intereses de Castilla.

Esperamos a ver en lo que esto para, y si se han de juramentar todos los castellanos, que se sumen al pensamiento para consecuenciarlo firmemente."   

Aproximación al hecho nacional castellano

(La Prensa Alcarreña, 12 de febrero de 1983, p. 14) 

Recientemente se ha publicado el libro titulado "Aproximación al hecho nacional castellano", que incluye textos de Claudio Sánchez-Albornoz, Julio Senador, Luis López Álvarez, Gerardo Diego, León Felipe y Jorge Guillén, introducidos por Juan Pablo Mañueco, dentro de la colección de libros castellanos titulada "Temas del pueblo y del país castellano", que editorial Riodelaire viene publicando. Contiene el presente libro una reflexión en torno a las características del hecho nacional castellano, así como la exposición del ámbito primigenio de Castilla, explicativo del marco físico al que la colección se dirige. La segunda parte del prólogo analiza aspectos de la reciente interpretación literaria y paisajística de Castilla, por la importancia que ésta adquiere en la valoración que de lo castellano se tiene en este momento. El núcleo central del libro ofrece una muestra de la producción de algunos autores castellanos sobre la temática que nos ocupa, seguida de un breve homenaje a cuatro de los más relevantes poetas de Castilla en este siglo, y a dos intelectuales cuyos juicios acerca del problema castellano no han sido todavía atendidos como se debiera.

martes, 6 de diciembre de 2016

Castellanismo

(Gente joven: semanario literario ilustrado (Salamanca), 8 de abril de 1905, p. 3)

Por Fernando Íscar

No estoy en el secreto. Ignoro los misteriosos acuerdos que se fraguaron en la reunión de periodistas castellanos.

Pero por transcendentales que sean y por mucha fuerza que tenga la prensa, sobre todo estando federada, no creo que "se haga Castilla" en pequeños conciliábulos.

Hay que empezar por convencerse bien y predicar a los demás lo que vamos a hacer.

Porque la palabra y la idea de regionalismo tiene o puede tener para cada persona un aspecto, y por regla general, cuando
miramos una cosa bajo el aspecto que se destaca más a nuestro entender, quedan oscurecidos los restantes y hasta queda 
oculta la relación que debe unirlos.

El Porvenir, sensato periódico vallisoletano, publicó un artículo sentido y hermoso, pero deja entrever que este regionalismo sano de Castilla coincide, por lo menos en el nacer, con el regionalismo disfrazado, con el egoísmo antipatriótico de los 
catalanes.

No hay que hablar de "grandioso despertar" cuando despierten unos cuantos que quizás nunca durmieron. Castilla no somos nosotros,
los que de una u otra hinchamos y discutimos la idea. Los periódicos son un voto, porque representan el sentir de muchas gentes, pero el periódico da la opinión refleja y es menester antes de cimentar este hermoso sueño, saber directamente lo que piensa Castilla.

Suena muy bien y levanta explosiones de entusiasmo la sonora frase de "hacer Castilla", pero hasta ahora no sabemos cómo hemos
de hacerla ni para qué hemos de hacerla.

Porque hablar de "unidad de pensamiento", de "comunidad de intereses", de "identidad de aspiraciones", es... hablar; mientras no sepamos dónde están nuestras nuestras aspiraciones, nuestros intereses y nuestros pensamientos.

Y podrá haber comunidad en aquello que signifique un bien o un mal que se extienda a toda Castilla, pero esos bienes y esos
males son los menos. Los pueblos creo que no progresan y no se hunden por igual; lo que es en los hombres la lucha por el progreso.

Y este aspecto, a primera vista insignificante, es muy digno de tomarse en cuenta antes de lanzarnos ciegamente satisfechos en esta hermosa aventura de "hacer Castilla".

Estas consideraciones de sentido común que nos hacemos diariamente antes de meternos en una empresa baladí y aislada, midiendo de antemano el lado bueno y el lado malo,que todo tiene en este mundo, debemos hacerlas con mayor motivo en esto que por la historia y la extensión de la comarca interesada, tendrá como todo, claridades, penumbras y tinieblas. 

El castellanismo que se haga con programas y que se pregone a trompetazos, será sincero si antes está arraigado en todos los pechos castellanos.

Y creo yo que si este amor y ese deseo de engrandecer nuestro solar está sembrado en los pechos castellanos, sin programas y sin ruidosos heraldos "haremos Castilla". 

Regionalismo castellano

(La voz de Castilla: diario independiente de la mañana, 13 de febrero de 1916, p. 2)

Por L. de Pablo Ibáñez

Quizás porque los castellanos nos seguimos creyendo centro y fundamento de España, es por lo que somos los últimos en querer arraigar, constituir la idea del cuerpo del "Regionalismo castellano". Cierto que esta oposición al excesivo poder centralizador que ahora queremos levantar, es un poco tardía, aunque no a destiempo en cuando el régimen feudalista de la edad media fuimos los más rehacios, y, a mi juicio, el regionalismo, no es sino un feudalismo social de región, donde el dueño y el señor es un sentimiento, un amor propio, una idea muy arraigada y querida de la patria chica, que ponemos sin obstáculo, con cariño, por encima de todo sentir, al servicio de nuestro pueblo, de nuestra Castilla.

Para nosotros este regionalismo será sin mácula de pecado, de ese pecado de sepatración, o al menos de desinterés, para la patria España a quien tanto queremos; será sencillamente un desarrollo progresivo de cariño y de fuerza racional al engrandecimiento de los nuestr; la tierra y el hombre, el pueblo de Castilla. Gráficamente, España sería un círculo grande, Castilla uno muy pequeño pero concéntrico, ese centro, el regionalismo nuestro y, claro, al irradiar nuestro trabajo, lo haremos sin duda alguna, pero con todo ahínco con más vigor, con más entusiasmo, a lo más próximo, a lo que más cerca nos toca.

La idea del "Regionalismo castellano" no corta la acción política de ninguna idea; en ella caben todas; esas distintas formas del régimen caben dentro del círculo grande, la nuestra se restringe a la circunferencia pequeña; por eso, todos los burgaleses y castellanos que de tal se precien, pueden ser regionalistas, pueden adherirse al servicio a la tierra, trabajando por su engrandecimiento y bienestar dentro del Regionalismo.

¡También Castilla!

(La Tierra de Segovia: diario independiente, 11 de junio de 1919, p. 1)

Por Juan Monje

Ya se realizó la farsa. El tinglado de las polichinelas dejó caer su telón y allá quedó como único recuerdo de su paso un vaho de pestilencia.

En tanto que los muñecos se movían, yo soñaba, y, en en el sueño, mi imaginación me llevó en loca carrera a contemplar como en un panorama la Castilla de las Comunidades.

Veía admirablemente a aquéllos segovianos, ínclitos varones, aprestarse a defender con tenacidad y valor sin igual sus fueros, de antiguo reconocidos; pretestaban contra el intrusismo, que hollaba sus sagrados derechos.

Contemplaba, admirándolo el tesón de Juan Bravo y sus insignes compañeros que, hasta para morir, tuvieron un gesto hidalgo y caballeroso, y ante tal espectáculo mi alma se ensanchaba al grifo de ¡Castilla y libertad!

Pero desperté, y entonces la amargura me hizo sonrojar. Ya no había hidalgos ni caballeros amantes y defensores de sus libertades; no había ni aún pecheros que siguiensen al caudillo. Únicamente una turba desordenada y loca corría en pos de los intereses despreciables y mezquinos. Como indignos mercachifles iban sin valor y abrumados por el peso de su conciencia.

Traicionaron su fe y se convirtieron en apóstatas ante el fugaz resplandor de un falso ídolo. Que a tales extremos llega el hombre cuando intereses falsos le guían.

Puede la farsa continuar; pero tengan cuidado los farsantes; aten bien los hilos de su trama no sea que el tinglado arda y con el tinglado los polichinelas.

lunes, 5 de diciembre de 2016

La Tuberculosis en Castilla

(Revista médica salmantina, nº 10, octubre 1908)

Muchas de las cosas que apuntaré en este trabajo se refieren se refieren a regiones que no son Castilla únicamente; otras
constituyen modos de ser del pueblo castellano que tiene su psicología normal y patológica propias. En Castilla, más que en otra parte quizás, repercuten usos y costumbres, vicios y rutinas exóticos. No investigo ahora si estas corrientes de endosmosis
moral responden a otras inversas exosmóticas; consigno hechos y procuro buscar sus entresijos y raigambre. Y a juzgar por lo que
veo en el teatro de mi observación, estoy dispuesto a afirmar que existe un análisis intelectual y moral, a través de la cual llegan a Castilla, al corazón de Castilla, más lo aparente de las virtudes y lo real y efectivo de las enfermedades y viciosde la civilización moderna, que sus beneficios y ventajas. Podría repetirse con Bravo Murillo: que allí seguimos "viviendo a la antigua y pagando a la moderna... Lo que ocurre con la tuberculosis como plaga social en la región patria a que aludo, me parece probar lo asentado.

La tuberculosis no es una enfermedad indígena de los campos de Castilla, sino esencialmente ciudadana. Ha ido a los campos por emigración de los misinguines de las capitales más o menos populosas. En el campo de Castilla, repito, no brota espontáneamente: necesita bisabuelos sifilíticos, abuelos escrofulosos o padres dartrosos, pues yo la reconozco una tan alta prosapia. Y entre los que tienen toda o parte de esa parentela, se descubre quién se llevó tal recuerdo... ¿cómo diré? somático, de la ciudad. En los que no tienen esos ancestros,
apenas si hay tuberculosis. A menos que llevasen del mercado de Madrid, quiero decir, de una capital,alguna vaca lechera con bacilos deKoch.

La tuberculosis es una enfermedad social. Lo aparente es el microbio; solo lo aparente. Su etimología verdadera es el pan a 35 céntimos, la carne a dos pesetas, los huevos y la leche y el pescado inasequibles, el hacinamiento fácil, las aguas potables sembradas de gérmenes, el drenaje de las urbes infecto e infestante, los baños materia de lujo, las tabernas sinecuras de comercio, el fraude y la mistificación de los alimentos sin castigo nacional ni remordimiento de condición.

La tuberculosis es el tributo de las "doradas medianías" de posición social o de posición orgánica. Abate a los pobres empleados que "tienen, que vivir en el centro, que tienen que vestir con decencia, que están obligados a alternar con los jefes y compañeros. 

Abate lo mismo al obrero que por estar junto al taller o la fábrica se mete en zaquizamies indecentes, buhardillas o zahurdas, y es cliente seguro de la cantina del domador, por no decir dominador, patrón o arbitrista.

Abate, por fin, al infeliz caza-premios o conquista-becas de las Universidades que ayuda a sus padres llevándoles para casa en las vacaciones un diploma y un germen de tisis familiar.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Aspectos castellanos: el gran acto de Palencia

(Heraldo de Zamora, 28 de abril de 1930, p. 3)

Por Gregorio Fernández Díez

Las sucintas informaciones publicadas por la prensa castellana relativas a la Asamblea agraria celebrada en Palencia de Castilla, como ahora se le llama, nos parecen en verdad demasiado
escuetas atendida la importancia del gran acto al que vamos a dedicar un comentario.

En primer término, respecto del acto hay que hacer una afirmación y es que tuvo una doble significación, agrarista y al propio tiempo castellanista, agrarista, porque a la defensa de los
intereses agrícolas iba rectamente encaminado fundamentalmente pero también castellanista por la tendencia en el mejor sentido de la palabra puesto que logró reunir la plena representación de todas
y cada una de las provincias leoneso-castellanas en abreviación más efusiva: de Castilla, de la histórica Castilla.

Fueron a Palencia representaciones de los sindicatos agrícolas de "once" provincias asistidas del concurso de sus entidades agrarias, de sus ayuntamientos, de sus diputaciones, de las fuerzas vivas, en suma, de las mismas, han de lograr, no lo dudemos, cuando se propongan si se proponen con entereza, si la solidaridad es entre ellas efectiva, como no cabe ninguna duda que lo es.

Hoy el problema primordial de Castilla que es eminentemente agrícola pero también en su conjunto industrial acaso más de los que se cree, es el de su crisis agrícola y en particular el de su
crisis triguera, aunque no sea el único y por no ser el único no estaría de más que se plantearan solidariamente otras cuya solución afecta a la prosperidad o a la ruina de Castilla. Todo problema que afectase a "tres" de sus provincias cuando menos, deberíamos acostumbrarnos a plantear la vitícola sino que en todas las provincias interesadas el concurso de "toda" Castilla: ese es el camino del triunfo.

La gran cuestión del momento es la de la crisis triguera que afecta a casi todas las provincias castellanas aunque en distinto grado de intensidad. El lector ya lo sabe: hay exceso de trigo y por ello no solo se ha envilecido el precio sino que los mercados por falta de demandas se hallan encalmados y todo a consecuencia de haber consentido el Gobierno de la Dictadura grandes e innecesarias importaciones.

Pero el problema cada vez más agudizo lleva ya medio año sin que el antiguo ni el novísimo régimen, el anterior ni el actual ministro de Economía nos den, esto es, den a Castilla, no la solución, sino la ayuda, el auxilio necesario para que la solución apuntada antes de ahora sea tangible para la agricultura castellana.

En Palencia se ha hablado recio, enérgicamente, en una forma poco
corriente en Castilla que no vocea, que no es estridente, que medita siempre sus actos que no crea problemas artificiosos, pero que cuando toma actitudes y resoluciones no retrocede; en Palencia se ha dicho en alta voz que si es preciso dimitirán todos los ayuntamientos y diputaciones de Castilla y estamos seguros de que lo cumplirán si no se busca remedio a la crítica situación agraria de Castilla.

El problema triguero fue tema esencial de la discusión en la Asamblea, pero recayeron también conclusiones afectas al problema vinícola a instancias de Logroño, otras afectas a la ganadería e industrias lácteas por indicación de Santander y finalmente otras en solicitud de que se derogue el infamante Consorcio Resinero a instancias de Segovia.

La unanimidad fue absoluta, pero estará detrás de más que lo
concerniente a esos "tres últimos aspectos" no se descuide,
tanto para no romper la solidaridad de las once provincias, el "bloque castellano", como porque casi toda es ganadera y León en sus montañas tiene idéntico problema que Santander; porque no es solo la castellana Rioja la que tiene que resolver el problema -provincias de la Cuenca del Duero, la vid tiene su importancia y el problema estaba planteado por Salamanca y finalmente porque el Consorcio Resinero afecta no solo a Segovia, sino a Soria, a Burgos, a Ávila, en fin, puede decirse que es una cuestión exclusiva casi de Castilla.

Al principio hemos dicho que el acto había tenido significación
castellanista y lo corroboramos. En Palencia se han puesto en contacto once provincias castellanas, once provincias "hermanas", que hacía ya bastantes años que no se reunían y abrazaban sin duda porque sólo lo hacen en momentos de peligro refugiándose cada una después en su propio hogar.

Fue en diciembre de 1918 cuando se reunieron en Burgos y en enero de 1919 en Segovia esas mismas once provincias representadas por sus diputaciones y sus represntantes en Cortes para firmar solemnemente que no consentirán que se mermase un ápice la soberanía nacional otorgando autonomías integrales a ninguna región y como excepción menos. Castilla presentó entonces su Estatuto. Castilla cuando se muestra unida siempre vence. Por eso cuando pocas semanas atrás el jefe del Gobierno manifestaba a cierto político a cierto político republicano catalán que determina región era evidente que necesitaba trato especial, nos pareció que no "no era tan evidente", que la apreciación era una ligereza, y que Castilla gubernamental por principios de patriotismo, no consentirá nunca que se gobierne sin ella ni contra ella.

Por eso el acto de solidaridad castellana de Palencia, así desde el punto de vista agrario, económico, como político ha sido trascendente y lo ha sido porque a la vez que una voz reclamando atención y justicia también se dijo que en las próximas elecciones no podrán ser candidatos aquellos políticos que no
se solidaricen con la actitud de Castilla.