Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

martes, 8 de diciembre de 2015

La autonomía castellana

(La Libertad, 19 de junio de 1936, p. 9)

La Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos, compuesta por
personas que aman su tierra cuna, que sienten los problemas de Castilla, que reverencian su historia, que estudian e investigan su folklore y aspiran a que mantenga su personalidad regional y sueñan y desean con ardor su mejor porvenir, considera su deber indeclinable que todos los castellanos sientan tales aspectos regionales, llegándose hasta la consecución de un Estatuto para Castilla, con las máximas garantías, en el momento de la saturación de todos y cada uno de los aspectos, que puedan conseguirse con la unión de los nativos de las dos Castillas y León.

A este respecto, el núcleo de personas que forma nuestra Asociación no puede sentirse sino fundamentalmente castellanista, e invita a todas las entidades culturales y económicas de Castilla, a los Municipios y a las Diputaciones de todas sus provincias y a todos sus diputados a Cortes para que sumen su esfuerzo fraternal e intelectual con el fin de llevar al efecto los estudios y las propagandas de los valores castellanos, y de ese modo preparar el pensamiento y la voluntad en pro de la autonomía castellana en los órdenes económicos, administrativos, sociales y culturales que a la misma se refieran.

La Asociación de Escritores Regionalistas Castellanos saluda a todas las organizaciones similares de las demás regiones españolas, y hace votos porque cada una de éstas, al igual que lo desea para Castilla, alcence su autonomía.

Madrid, 15 de Junio de 1936.- La Junta Directiva

Las adhesiones, al domicilio de la Asociación, calle de Don Felipe, núm. 10, tercero, Madrid, y a nombre de D. Manuel de la Parra y de la Cruz, vicepresidente de la entidad.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Castilla a secas

(Carta al director de El Norte de Castilla, 21 de abril de 1982)
Por Javier Sánchez

Señor director de «El Norte de Castilla».

Muy señor mío: Ante la proximidad del 23 de abril, y la concentración del pueblo castellano en Villalar de los Comuneros, desearla me publicasen estas líneas que versan sobre el carácter auténtico que debiera adquirir tan histórica y memorable fecha para los castellanos.

Se ha podido ir constatando la falta de contenido castellanista en las convocatorias de Villalar en cada año, la concentración se ha ido degradando y ha ido confundiendo a los que no acudían, y a pasos agigantados aquello se ha ido convirtiendo en una feria de partidos políticos, parlamentarios y extraparlamentarios, ajenos a las necesidades materiales y morales de Castilla y su pueblo.

Con la imposición institucional de las concepciones economicistas, caciquiles y provincianas acerca de las autonomías, que mueven determinados grupos y personas, la nacionalidad histórica castellana acaba despedazada como una res muerta en varios entes diferentes, que dan como resultado la «región castellano-leonesa» (con decir Cuenca del Duero se acaba antes), Castilla-La Mancha (atroz nombre artístico inventado por UCD para desfigurar la denominación de la región histórica de Castilla la Nueva), Cantabria, La Rioja, Segovia y Madrid: esto por ahora, si no sale algún ente más.

Así la Castilla que siempre conoció el pueblo castellano, deja de existir y las últimas muestras de castellanía van desapareciendo de una manera prodigiosa por obra y gracia de los partidos tan interesados en desmantelar la nación castellana en pseudoautonomías fácilmente controlables por ellos. Castilla, simplemente, no existe. Me pregunto cuál de las cinco o seis instituciones conllevan el castellanismo, su cultura y su lengua, en el nuevo concierto de España.

Castilla, por ser una realidad milenaria, cuya lengua, obra y cultura tienen una proyección mundial, necesita precisamente un foco original, y evidentemente unas mismas instituciones políticas, y no varias que difuminan la personalidad de Castilla, y de su pueblo específico. ¿Existen dos autonomías para el catalanismo? ¿O dos gobiernos para la españolidad? No sé si ha habido tanto confusionismo provocado como en el tema de la autonomía de Castilla.
Y de forma oficial se anuncia por un Consejo General, y con la aprobación de los partidos que intentan relevar a UCD en el centralismo, que el 23 de abril y las concentraciones en Villalar son exclusivas de unas provincias bañadas por el Duero, y que sectores economicistas de Valladolid y Salamanca llamaban Castilla-León.

Obviamente, ni Castilla ni las Comunidades tienen como límites a ninguna región geográfica, sin personalidad propia histórica ni política, ni cultural, ni nada, como la Cuenca del Duero. La lengua, cultura, temperamento, psicología, historia de estas provincias son los de Castilla, a secas. No es posible hablar de una lengua «castellano-leonesa», ni se puede considerar verídica la existencia de una literatura y cultura «castellano-leonesa». Es Castilla la que aporta las características étnicas y las señas de identidad nacionales y populares a todas estas provincias bañadas por el Duero.

Evidentemente, el 23 de abril no es el día de la Cuenca del Duero o «región castellano-leonesa». El espíritu comunero no se puede restringir a uno de los cachos en que está dividida Castilla, y el ámbito de Castilla no gira en torno al Duero como algunos dicen.
El 23 de abril es el Día Nacional de Castilla, y a Villalar puede y debe acudir cualquier ciudadano castellano, porque es la fiesta de todo el pueblo castellano sin exclusiones ni marginación alguna. Aunque no lo quieran ni las «instituciones democráticas» ni el PSOE, PCE o AP, que apoyan de manera irrevocable el desmantelamiento y extinción de Castilla.

sábado, 10 de octubre de 2015

Gregorio Fernández en Palencia

(Artículo en El Diario Palentino, 23 de noviembre de 1935, p. 2)

Por Dacio Rodríguez Lesmes


Esta noche ocupará la tribuna de la Sociedad Económica de Amigos del País, el ilustre economista castellano don Gregorio Fernández Díez.

Cuando en Castilla se iniciaron las ideas de resurgimiento -en aquellos momentos en que se hablaba de que nuestra Historia no debiera escribirse únicamente sobre la tradición, sino primordialmente sobre los hechos económicos
-destacó el dominio público la personalidad de Gregorio Fernández. Nombre de un místico de pura cepa habría de llevar este paladín de Castilla, cuya doctrina llega hoy a nuestra ciudad. Una historia integérrima, de sacrificio, estudio y callada labor es la definición de Gregorio Fernández, encarnación económica del arte místico de la serenidad y amor a la patria mediana, que es la región castellano-leonesa. Relativamente joven, Gregorio Fernández ingresó por oposición en el Cuerpo de Hacienda, en el que pronto ganó una plaza de liquidador de Utilidades, siendo actualmente jefe de la Delegación de Zaragoza.


Ha sido secretario de la Sociedad de Estudios económicos de Barcelona, donde fundó y dirigió durante cuatro años la revista
"Barcelona financiera". ha tomado parte en varios cursillos de conferencias y Congresos. Numerosas revistas y periódicos, entre ellos "El Financiero" han publicado trabajos suyos. En "El Norte de Castilla" ha realizado una intensa labor de defensa de los intereses morales y materiales de la región, bien con su firma, bien con la de "Hispanus".

De su iniciativa han nacido diversas Sociedades económicas, siendo uno de los orientadores teóricos de la Unión Nacional Económica. Escritor castellanista, por concreción, constante propagandista de los ideales en pro de Castilla, ha ofrecido en su libro reciente "El valor de Castilla" un estudio documentado de la economía regional que al decir de la crítica debiera ser un texto obligado para la juventud castellana.

Caballero de la triste Figura de la reconquista de castilla, ha quedado sólo Gregorio Fernández -por culpa de nuestro eterno aislamiento en nuestra conciencia personal- en el alcázar de sus ensueños esperando la hora de que sus mismos sentimientos, que no son políticos, sino cordiales, de confraternidad, inspirados por una alta visión de horizontes, en pro de su tierra natal, encuentren el eco de la comprensión de sus paisanos. Por eso,
apóstol de sus ideales, anda recorriendo las ciudades españolas en augusta misión de propaganda, esperando la hora en que despierten las conciencias y se dé estado de opinión a la proclama del poeta: "¡Ancha es Castilla!".

jueves, 8 de octubre de 2015

Regionalismo castellano

(Artículo en El Norte de Castilla, 8 de octubre de 1933)

Por José Luis García Obregón

Viene sosteniendo el distinguido y culto abogado palentino don Carlos Alonso Sánchez, desde las columnas de EL NORTE DE CASTILLA principalmente, una campaña política netamente castellana, y, por ende, española, a la que tantas gentes, preocupadas casi exclusivamente por el navajeo a que se dedican todavía los partidos políticos nacionales, no conceden toda la importancia que tiene, ni, acaso por «crecimiento espiritual», aciertan a comprender la enorme transcendencia de este nuevo pensar político.

La campaña es política y el pensar netamente político. Me atrevo a hacer esto afirmación, y conviene hacerla, claro está que añadiendo la rectificación de que a este calificativo no se da, desde luego, la significación que en nuestro idioma tiene vulgarmente, por culpa de nuestros gobernantes presentes y pasados. El ideario castellanista, para que logre imponerse un dia — acaso no tan lejano como los practicones aseguran —tiene que pasar por tres fases, idénticas casi, a las que se sucedieron en la vida, espíritu e influencia de Castilla en la Historia.

El regionalismo castellano no es ni egoísta ni aldeano. No pretende cantar las virtudes de una raza ni llorar su esclavitud. 

Ha buscado paciente y fríamente dentro de la Historia las causas fundamentales de que su designio no se cumpliera y a la vez las que tienen a España sumida hoy en tan grandes desventuras. De las causas ha deducido lecciones, y el regionalismo castellano pone mano a la obra con la fe de sus partidarios puesta en un Ideal de concordia, bienestar y paz, que las mismas gentes, por esto mismo, lo califican de «apolítico». Y es que... ¡tan poca concordia, tan escaso bienestar, tan accidentada paz nos proporcionan los partidos políticos...!
La primera conclusión que se sienta por el regionalismo castellano es la de que Castilla, forjadora de la unidad nacional española, se halla hoy desangrada y exhausta, incapaz por esto — no por desafecto ni rivalidad hacia otras regiones — de reanudar la función tutelar y directora que siempre ejerció sobre los pueblos hispanos, por su alta y bien merecida superioridad espiritual.

La segunda, consecuencia de la primera para sus propios hijos, es el sentimiento de regionalidad que hay que despertar o crear, precisamente para refugiarnos en ella sin romper los lazos innegables que la unen con las demás regiones españolas dentro de la unidad de la patria común. Y ese sentimiento de regionalidad tiene por lema fortalecer las fuentes de riqueza castellanas, defender su tradición liberal contra los ataques de toda clase de Gobiernos, imponer respeto a los agiotistas de la política nacional, se llamen como se llamen y hacerse oír por el Estado español para que éste sepa de una vez lo que se obstina en no querer oír desde el día en que murieron los héroes de Villalar: CASTILLA.

La tercera conclusión, iniciadora de la segunda fase de esta política, es la siguiente: En España, la egoísta mentalidad de unos cuantos mal llamados españoles, ha creado una leyenda negra, que hace la unión de todos los españoles, sino imposible, al menos llena de prevenciones y temores. Esa falsa historia, llena de prevenciones aldeanas y carente de ese sentido de universalidad que sólo es patrimonio de los hombres verdaderamente cultos o sinceramente sociables, mantiene en situación de expectante defensa a un gran número de españoles que, por lo menos, no pueden rechazar las envenenadas dudas que vertieron en su corazón de buenos patriotas, hablándoles de caprichosas y malintencionadas influencias ejercidas por Castilla sobre los destinos y necesidades de su patria chica, quienes jamás supieron sentir la idea de patria.

La misión de Castilla hoy, y dentro de esa fase de su política, será demostrar con realidades lo engañoso de esa historia falsa a todas las regiones españolas, ayudándolas — dentro de cualquier forma de Gobierno, porque lo intangible es y será solamente España — a que sus legítimos derechos sean respetados, sus necesidades atendidas,sus nobles aspiraciones, dentro de la unidad nacional, comprendidas y hasta alentadas.
La cuarta y última conclusión puede concretarse de este modo: Castilla ha sido la cuna de una civilización, no estudiada aún suficientemente y, desde luego, casi en absoluto ignorada por los propios castellanos. Una civilización, para tener verdadero carácter de tal, ha de ser necesariamente expansiva, tender a la universalidad, a la captación de voluntades por la bondad de los principios en que se sustenta, por las ventajas que su admisión reporta.


Este sentido universalista, con directivas de afecto y de raza, ha de representar la tercera y culminante fase del movimiento castellano, persiguiendo, además, realidades prácticas. Portugal ha de merecer toda la atención, todo el afecto-, todas las renunciaciones de Castilla y de España; la América que fue española debe ser objeto del hispanoamericanismo eficaz y continuo a que allende el mar tienen derecho nuestros hijos espirituales. Conseguido todo esto, será ya permitido, y conveniente, que dentro de una empresa pacífica veamos de inculcar al movimiento Internacional nuestro propio espíritu de paz, de concordia, de comprensión humanitaria.

Todo esto es y pretende el regionalismo castellano, por lo cual todo castellano, o simplemente español, tiene que ver con simpatía su programa,y, en tiempo desgraciadamente muy cercano — la última crisis ha abierto muchos ojos — colaborar; en esa gran obra con la palabra, con el dinero, con el voto, para impedir que se malogre la finalidad que se pretende.

¿Cómo opinan los políticos castellanos? Es hora ya de que mediten sobre los hechos en los que, sea por acción, ora por omisión o simple apatía, su responsabilidad histórica es ineludible. Castilla vuelve por el honor de España, y ya no se trata sólo de simpatizar con este movimiento; es necesario ayudarle y luchar por él. ¿Republicanos? ¿Monárquicos? ¿Derechas? ¿Izquierdas? ¡CASTELLANO! ¿Puede haber algo más honrado, más envidiable, que ser español? ¡Pues España te necesita! Castilla te reclama. Ahora... ¡Tú sabrás lo que haces! Por lo que a mí toca, me enrolo lleno de fe bajo la bandera que enarbola don Carlos Alonso, cuya patriótica visión es, sin duda, mucho más halagüeña que la que nos permiten los actuales partidos políticos nacionales.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Intervención ante el Consejo de la Cámara en 1639

1639 (117 años después de la revolución castellana comunera)


Dice el historiador I. A. A. Thompson:


"A juicio de los castellanos, las rentas de Castilla parecían estar abiertas a todos, como también los beneficios castellanos y el poder y los cargos de Castilla; pero los castellanos corrientes en todas las otras partes de la monarquía se veían excluidos de los mismos beneficios que en Castilla estaban a disposdición de otros. Castilla, abierta a todos, era excluida por todos.


'Ninguno de los castellanos en otros reinos goça de premio ni comodidad alguna, porque las que hay en cada uno son de sus mismos naturales y solo los de Castilla son perjudicados en esto'


(Consejo de la Cámara, 23 de enero de 1639. ANH. Consejos, leg. 4427)".


(España, Europa y el mundo atlántico: homenaje a John H. Elliott. Madrid: Marcial Pons, 2001, p. 192)

miércoles, 12 de agosto de 2015

Castilla, región estatutaria

(Artículo en Heraldo de Zamora, 12 de junio de 1936, p. 1)


Por Francisco de la Iglesia Pinilla


He leído en este mismo diario, la noble repulsa que hace el señor Royo Villanova de la tendencia ya muy fortalecida, de pretender ya para Castilla, un estatuto que la individualice en España, como región autónoma.

Esa repulsa es muy favorable. Sin embargo, no será obstáculo para impedir esa iniciativa jubilosa, ni su conveniente realización.

La unidad nacional está ya quebrantada. Constitucionalmente, no; pero sí la unidad, al menos en el orden espiritual, ha de ser
homogeneidad sentimental, Cataluña, Euskadi, no son fracciones de identidad emocional patriótica, especialmente desde que la excusas y perforaciones abiertas por los geniales arbitristas e innovadores de la mentalidad multitudinaria (Relativa), les permitió el chorro hirviendo del cauterio nacionalista y separatista (Pacto de Donostia).

Ni "Els Segadors", ni el "Gernikako arbola", se originaron, ni se cantan para honrar y solidarizarse con el interior español. No es lírica de simbiosis, sino cantos litúrgicos de centripetismo local, a juro fonético de diversidad racial.

Pero ya pasó la hora de estos análisis; es más oportuno y menos cándido contemplar el espectáculo creciente de dos regiones españolas (histórica, geográfica, política e internacionalmente españolas) que se automizan para caracterizarse como zonas territoriales de vida colectiva propia, de poder público independizado, con leyes y hacienda de su singularidad y... provecho.

No es bastante con ser algo la disidencia del señor Royo y Villanova para que olvidemos totalmente las prerrogativas de nuestra dignidad castellana. Con muy elemental esfuerzo, podemos poner a nuestro estatuto letras jurídicas consaguíneas de la literatura de Las Partidas, páginas de codificación tan virtuales, como la de otros cuadernos estatutarios. Es decir, que sabremos elevar sobre le solar ibérico, un edificio de tantos pisos y servicios regionales y autonómicos, como el de nuestros aventajados convecinos.

La presbicia de muchos viajeros por tierras de Castilla, ven páramos, donde hay barbechos y a pesar de la diafanidad del cielo, que ilumina lejanías, no advierte que van igualando las chimeneas al número de campanarios y que unas aguas canalizadas en el retazo terminal de la cuenca de un solo río castellano, acumula tanta energía industrial, como el carbón de todo el continente. Bastan los granos de una espiga para imponer solidaridades ingentes, que obligan a postular el abastecimiento, si la espiga adiestra su administración y circulación, pues solo sabiendo y controlando lo que cada cual tiene y vale, se realizan las solidaridades ofensiva y defensivas, pero antes hay que construirse y Castilla mientras se fundió en la unidad nacional, se olvidó de sí misma, y hoy se ve obligada a reconstruirse y a ponderarse.

No le queda otro camino, que hacer y reclamar un estatuto.

domingo, 22 de marzo de 2015

José María Orense, firmante del PFC y antiesclavista


José María Orense Milá de Aragón Herrero (Laredo, 28 de octubre de 1803 - Astillero, 29 de noviembre de 1880) fue un político demócrata y periodista.



Marqués de Albaida, se incorporó a la Milicia Nacional durante el Trienio Liberal (1820-1823) para luchar contra las partidas realistas de la Montaña; en 1823 huyó a Inglaterra y viajó por los Estados Unidos y Francia; volvió con la amnistía de 1833 y de inmediato participó en la Junta de defensa de Santander a favor del liberalismo.


Conspiró con Eugenio de Aviraneta en 1834 y estuvo encarcelado en 1834. Se dio a conocer por sus escritos en El Duende Liberal y El Tribuno a favor de una lectura republicana de la Constitución de Cádiz. Fue diputado por Palencia y Santander en distintas ocasiones entre 1844 y 1856, con intervalos de activismo republicano que le valieron persecuciones y huidas al extranjero. En 1856 intentó organizar una revolución contra O'Donnell y fue desterrado.


Continuó su agitación republicana por todos los medios, en conspiraciones y escritos y prensa, y dentro del Partido demócrata encabezó una dura polémica con Garrido y sus ideas socialistas propugnando el individualismo republicano. Diputado en las Constituyentes de 1869, al aprobarse la monarquía como forma de gobierno abandonó la Cámara y participó en la cadena de insurrecciones republicanas de 1869, dirigiendo la sublevación en Béjar. Aquel mismo año de 1869, Orense participó de la firma del Pacto Federal Castellano, también llamado de Valladolid.


Cuando en 1870 se proclamó la República en Francia, organizó una legión de voluntarios para ayudar a sus correligionarios galos. Pretendía una federación latina. Con la proclamación de la Primera República en España, fue proclamado presidente de las Cortes, pero dimitió al encabezar el retraimiento de los diputados intransigentes con la política de gobierno de Francisco Pi y Margall. En 1874 se retiró a Francia y volvió en 1877 para morir en 1880 en Santander.


En 1869, Orense defendió la abolición de la esclavitud Cuba y Puerto Rico. Diputado electo por la provincia de Palencia en las elecciones de 10 de mayo de 1873.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Metano y la huella de los gases de efecto invernadero desde las formaciones de esquisto

(Resumen del artículo "Methane and the greenhouse-gas footprint of natural gas from shale formations" en Climatic Change, June 2011, Vol. 106, Issue 4, pp 679-690)

Por Robert W. Howarth, Renee Santoro y Anthony Ingraffea
(Cornell University)

Evaluamos la huella de gases de efecto invernadero del gas natural obtenido por fracturamiento hidráulico -conocido habitualmente por fracking- de formaciones de esquisto, centrándonos en las emisiones de metano.

El gas natural se compone principalmente de metano, y del 3,6% al 7,9% del metano de la producción de gas de lutita que se escapa a la atmósfera en la ventilación y las fugas durante la vida útil de un pozo. Estas emisiones de metano son al menos un 30% mayores y quizá más de dos veces las de gas convencional. Las mayores emisiones de gas de esquisto se producen en el momento en el que los pozos están siendo fracturados: el metano escapa de retorno del flujo de devolución de fluidos de perforación. El metano es un potente gas de efecto invernadero, con un potencial de calentamiento global que es mucho mayor que el del dióxido de carbono, sobre todo en el horizonte temporal de las primeras décadas posteriores a la emisión. El metano contribuye sustancialmente a la huella de gases de efecto invernadero del gas de esquisto en escalas de tiempo más cortas, dominándolo en un horizonte temporal de 20 años.

La huella de gas de esquisto es mayor que la de gas convencional o aceite cuando se ve en cualquier horizonte temporal, pero particularmente más de 20 años. En comparación con el carbón, la huella de gas de esquisto es, al menos, un 20% mayor y quizá más de dos veces tan grande en el horizonte de 20 años y es comparable cuando se compara más de 100 años.

jueves, 12 de marzo de 2015

España y su futuro: Castilla, la cuarta nación de España

(Artículo en Ya)

Por E. de Prado (León)


El catalanismo político hace una operación, desde hace muchos, muchos años, que consiste en confundir deliberadamente 'lengua' con 'nación', nación con lengua.

Y confunden a España y a los españoles no avisados o que reflexionan poco.

La tónica general es hablar de 'cuatro naciones'. No seis, ocho, nueve, diez (en una hipotética España Nacion de naciones); sólo cuatro. Una derecha catalanista denomina a La Cuarta nación "España" (sin Galicia, País Vasco y Catalunya) pero una izquierda y otra derecha separatista denomina a esa Cuarta nación: "Castilla".

No les importa caer en la contradicción enorme de denominar a todo el resto como "Castilla", incluso a sabiendas de que incluyen impropiamente dentro de Castilla a: Navarra, Murcia, Canarias, Andalucía (una Andalucía que si bien fue históricamente la Novísima Castilla, hoy no lo es), y por supuesto incluyendo impropiamente a la Región Aragonesa como de CASTILLA. Pero en Madrid y resto de España no se dan mucha cuenta de la trampa que lleva incluida. De las trampas.

Y no les importa porque 'in mente ' ellos van más allá. Siempre mucho más allá.

- Primero, no les interesa aclarar las cosas al enemigo; siembran la confusión en el espacio del adversario (para España, y los incautos españoles)

- Segundo, se guardan bajo la manga un Plan: el Plan B.

En el fondo, ellos están pensando siempre en Cataluña y además en sus Territorios a anexionar. Plan B.

Sólo los que no frecuentan Barcelona o los indocumentados o incautos, desconocerán que hoy Cataluña esta preñada de Pegatinas y carteles INDEPENDENTISTAS por doquier, que INCLUYEN un Mapa, el mapa de Cataluña, + islas Baleares + Comunidad Valenciana + sur/este de Francia + franja amplia -de norte a sur- de todo el Este de la Región Aragonesa.

Ellos lo denominan Países Catalanes (Països Catalans) denominación muy TOTALIZADORA, totalizante, pese a que la lengua catalana no es la única allí y aunque sólo sea lengua propia primera ó materna del 50% de sus poblaciones respectivas, o algo menos.

La pretensión TOTALIZANTE es clara.

Tanto es así que el Estado ha sido incapaz de que, por ejemplo, TV-3 se ciña al mapa de la Comunidad Autónoma de Cataluña y deje de incluir los otros territorios citados arriba. Nadie ha sido capaz de impedirlo.

De hecho, cuando el viajero llega a la Estación de Sants- Estació de RENFE, en Barcelona se encuentra un gran espacio abierto que se han cuidado mucho en que se denomine y en que todos se enteren de que se denomina Plaza de los Países Catalanes (plaça dels Països Catalans).

La confusión de legua con nación, les ha sido muy útil. La insistencia en imponer la Inmersión Lingüística en la enseñanza, todo en catalán, todos en catalán, ha sido y es una decisión política y metapolítica.

El engaño ha consistido en hacer creer al resto de los españoles que es y se trata de una exigencia cultural y lingüística. Y lo han logrado, porque España es muy torpe.

Si España hubiera defendido (por ejemplo como Rusia a los rusohablantes en / de Crimea), con dignidad , que los hablantes de la lengua española o castellana como propia suya, primera o materna tuvieran o hubieran tendido en Cataluña todos sus derechos de lengua asegurados (con independencia de que todos deben aprender bien, incluso muy bien, el Catalán) y la Enseñanza en su lengua materna, la estrategia SEPARATISTA de confundir 'LENGUA' con 'NACIÓN' (para luego pedir que a cada NACIÓN debe corresponder un ESTADO, y que cada Estado debe ser soberano e independiente) HUBIERA resultado anulada, neutralizada, ROTA, en la Comunidad autónoma de Cataluña pero también en los Països Catalans . Y su afán posterior de TOTALIZAR (Una lengua = Una nación = Un Estado propio) no hubiera triunfado.

Pero España ha sido y es muy torpe. Y lo es su Estado y gobiernos sucesivos.

La torpeza de España y del Estado ha sido inmensa en estos años.

Una vez que ya todos los catalanes saben catalán por 'inmersión forzosa', luego, mediante el proceso de 'cambio de lengua', inducido y presionado socialmente pero sobre todo políticamente y desde el gobierno autonómico, y en una segunda fase, se logra la 'LENGUA ÚNICA'. Y sin solución de continuidad se aplica el principio, --por muy falso que sea, por muy elemental y burdo que resulte, pero que España acepta acríticamente--, de que en España "lengua" equivale a "nación". Nación equivale a derecho a tener un Estado propio. Y el Estado propio tiene que ser soberano, para ser Estado.

Y entonces, y por mucho que a algunos les parezca 'inverosímil, ''imposible', tenemos a hijos, nietos y biznietos de andaluces, murcianos, extremeños, castellanos, aragoneses, gallegos, ya 'normalizados' en Catalunya, caminando alegremente a ocupar su sitio en la "V" independentista, porque la colmena, el hormiguero, la Abeja Reina, les ha dicho a dónde tienen que ir, dónde colocarse, qué camiseta ponerse y qué cosas deben y no deben 'pensar' y 'decir'.

Se ha cerrado el círculo.

De otra parte, ellos saben que Aragón no es Castilla, que Canarias no es Castilla, que Navarra no es Castilla. Tampoco lo son Asturias y Extremadura pero ambas regiones podrían aceptar ser parte del Estado compuesto Castellano en una hipotética federación o confederación de Estados Españoles. Pero nunca Murcia, Canarias o Andalucia lo aceptarían. Aragón o Navarra, menos. Pero cuanta más inquietud siembren en las filas enemigas, ellos creen que mayor será su sublevación y la protesta allí. Y de eso también se trata.

Lo importante es dividir al enemigo pero aunar fuerzas en los campos propios.

Como también se trata de que aparezca como 'inverosímil" que Baleares y el reino de Valencia sean "Castilla" (Artur Mas parece lo dice arriba, pero no... cuidado….) y por lo tanto más fácil es sacar la conclusión contraria: que Son Països Catalans.

Así que siembran confusión en el espacio del adversario, mientras tienen muy pero que muy claro el suyo: Países Catalanes; Navarra con Vascongadas y Galicia fuera de España nación, y/o fuera de Castilla nacion (según los casos).

España apenas ha empezado a dar respuesta a todo el constructo nacionalista, TOTALIZANTE, iniciado con las Bases de Manresa, y ya ha llovido, a finales del siglo XIX (19).

Pero sin tener en cuenta todos estos elementos políticos, sociopolíticos, lingüísticos y político-lingüísticos, arriba sólo apuntados, no es posible entender hoy "el Problema de España" y lo que está pasando en Cataluña y Países Catalanes, básicamente por graves dejaciones, torpezas, claudicaciones, omisiones y 'concesiones ' de España y del Estado, aunque obviamente los separatistas lo pongan del revés.

Obvio. Ellos dirán que se ha llegado a esto 'porque se le ha dado poco'.

Lo correcto es que los españoles tengamos claro que todo esto ocurre y viene porque el Estado, España, les ha NEGADO demasiado poco, ---contrariamente a lo ocurrido por ejemplo en la lucha contra el terrorismo y ETA-- en el Camino de la secesión, y de la deslealtad a España y a la Constitución de 1978.-

martes, 10 de marzo de 2015

Realidades políticas: lo viejo y lo nuevo


(Artículo en El Pueblo, 17 de enero de 1925, p. 1)


Por Julio Senador Gómez (Cervillego de la Cruz (Valladolid), 1872-Pamplona, 1962)

Me parece un caso digno de meditación esta enseñanza de la Historia. Todas las libertades esenciales que el hombre moderno se afana por lograr existieron, hace muchos siglos con el poder de los reyes absolutos y se han ido perdiendo en el régimen llamado de las conquistas democráticas.

En la Edad Media había libertad municipal. Los concejos eran dueños de su término y disponían de los bienes sin ninguna restricción.

No todas las villas eran tranquilos realengos. Sobre muchas pesaba su señorío; pero, aparte del derecho de behetrías, tampoco era posible la emancipación, unas veces por la fuerza y otras por dinero. Escobar, en su "Crónica" cuenta que los de Sahagún se sublevaron contra sus señores los frailes, haciéndoles refugiar en escondrijos "ansí como los ratones en las cuevas". Los de Dueñas pagaban en oro su independencia al conde Buendía.

Para el aprovechamiento de las tierras formaban comunidades, cada una de las cuales se constituía como verdadero Estado autónomo. Ejemplos, las de Cuéllar, Íscar y Olmedo, en las regiones pinariegas de Castilla.

Hasta los lugarejos más insignificantes se ayudaban por la federación. La Comunidad de Nuestra Señora de Neguillán apenas reunía doscientos vecinos, repartidos entre los pueblos de Sanchón Castrillo y Torganillo (que hoy ya no existen), La Fuente, Navas de Oro, Villeguillo, Ciruelos, Moraleja, Barnuy, Santiuste y Villagonzalo.

El aprovechamiento colectivo de las tierras evitaba el pauperismo. Había, pues, una libertad civil fundada en la independencia material y en la igualdad social fundada en la igualdad económica, puesto que los ciudadanos podían ser más pobres o más ricos: pero ninguno carecía de lo necesario.

Su consecuencia era la libertad electoral. No dependiendo nadie de un salario, tampoco necesitaba doblegarse a ingerencias en la emisión de su voto para regiodores o procuradores en Cortes.

Había libertad de reunión. Para cualquier asunto se juntaban los vecinos "a toque de campana", sin otras limitaciones que las exigidas por el buen orden de la discusión. Me parece recordar que es en las Ordenanzas municipales de Vega de Doña Olimpa donde se establece que el que hable demasiado pague un real de multa, y si habla a voces, pague dos.

Había libertad de asociación. Se rechazaba a los indeseables. Los concejos plebeyos negaban el empadronamiento a los nobles, porque solían querer sustraerse, como privilegio, al pago de las cargas vecinales.

Había libertad jurisdiccional. Hasta las industrias se reglamentaban, según la conveniencia de cada lugar. Las Ordenanzas de Becerril de Campos prohibían echar agua al vino..., "nin vino al agua".

Aspectos geopolíticos: el problema demográfico nacional

(Artículo en Economía mundial, julio 1944, p. 515-516)

Por Gregorio Fernández Díez (Quintanamanvirgo (Burgos), 1891-Barcelona, 1954)

En algunas naciones de Europa el problema demográfico nacional guarda íntima relación con el de los espacios vitales. En otros, como en Francia, teniendo territorio suficiente y fuentes de riqueza que aprovechar, el problema está en el crecimiento de la población se mantiene estacionario y en que los campos se despueblan en grado alarmante volcando la gentes sobre las grandes ciudades o concentraciones industriales.

Pero en España el problema no es solo idéntico, sino que adquiere mayor gravedad que en Francia, porque la densidad de población es allí 76'1 habitantes por kilómetro cuadrado y en España de 46'84 para un territorio escasamente inferior en extensión y porque la distribución geográfica del factor humano, es más armónica que en nuestro país, en el que su desigual distribución presenta diferencias extremas, entre unas y otras provincias y regiones, justificadas en ciertos casos, pero no siempre, por motivos geofísicos.

España, se dice, es después de Suiza el país más montañoso y elevado de Europa, y Suiza sin embargo tiene una densidad de 100 kilómetros por kilómetro cuadrado; se dice que España es muy árida y seca, pero más lo es Grecia cuya densidad es de 49'8 habitantes por kilómetro cuadrado; es que pese al desarrollo de su litoral, se ha dicho, predominan en ella las inferiores excesivamente distantes del mar, pero Hungría y Polonia (no hablemos ya de Bohemia) con sis 94'4 y 84'1 habitantes por kilómetro cuadrado, siendo como son naciones interiores desmienten ese tópico. Esos casos son dignos de investigación y estudio por parte de quienes deben encauzar nuestra pobre y triste situación demográfica.

La escasez de nuestra población es algo que abruma. Desde luego aseveramos con el ilustre fallecido geógrafo don Emilio A. del Villar, que el medio climático influye menos de lo que el vulgo cree en la fijación de las aglomeraciones humanas. Así en Ottava hace más frío que en Burgos, y en Río de Janeiro más calor que en Sevilla.

Ahora bien, las comunicaciones y las producciones del suelo y subsuelo es evidente que influyen en la habitabilidad de la comarca.

Nuestra menor densidad humana es patente en relación a países cuyo factor geográfico es inferior y defectuoso con respecto al nuestro. En el caso de Polonia y Francia hay que convenir en que nos aventajan por la riqueza y explotación de su subsuelo y por la posición geográfica, bien entendido que la nuestra es mucho menos favorable de lo que con sobrada ligereza se ha cantado. Pero de esto otro día hablaremos.

Las expresadas circunstancias justificarán siempre nuestra menor densidad de habitantes en relación con las naciones de tipo industrial, pero nunca explicará el notorio atraso en el desarrollo de nuestro factor humano, arrastre, acaso, de la época del descubrimiento, conquista y colonización de América y consecuencia también de nuestra movida historia.
Por tales arrastres, la población de España no puede cifrarse a la hora de ahora en más de 26 millones de habitantes. El hecho demográfico hay que contrastarle con el espacio vital de España está no solo en la extensión del territorio, sino en las riquezas naturales del mismo, desde los terrazgos a los bosques, desde los saltos de agua a los yacimientos mineros del subsuelo inexplotados.

Aunque el éxodo del campo no es un problema peculiar de España, fuera conveniente atajarle. En el decenio de 1920 a 1930 le cifraba nuestro Instituto Geográfico y Estadístico en 85.000 personas anuales que se dirigían a las ciudades.

La población (otro hecho demográfico a meditar, según el doctor Vicens Vives) se encuentra en la periferia de la Península. Y ello ha de tener su adecuado reflejo en la balanza geopolítica del Estado español.

¿Puede contenerse este fenómeno? ¿Fuera conveniente contrarrestarle? Nosotros afirmamos categóricamente que geopolíticamente y desde un punto de vista económico, el fenómeno, el hecho de referencia, puede ser contenido en parte y en parte contrarrestado. Más aún, a la hora en que la consigna de nuestra reconstrucción económica y totalitaria es un imperativo categórico, la resolución de tal problema es el fundamento indeclinable de una verdadera y eficiente reconstrucción nacional.

Para hablar con claridad, digamos sintéticamente que hay que revalorizar en España las provincias interiores y singularmente las provincias pobres, problema justo y extremos absolutamente factibles, aunque justo es confesar que la planificación industrial y minera del Instituto Nacional de Industrias viene a confirmar con hechos la posibilidad de nuestra aseveración y tesis.

Para ayudar a la mayor composición de lugar del lector, digamos que en Francia, de 39 ciudades de más de 50 a 100.000 habitantes, 31 son interiores y 6 son litorales; de las 16 ciudades superiores a 100.000 habitantes sin llegar al millón, 10 son interiores más París, y 6 son litorales. En cambio en España los términos se invierten: de 16 poblaciones de 50 a 100.000 habitantes, 11 son litorales y 5 interiores; de 11 poblaciones superiores a 100.000 habitantes, 6 son litorales y 5 interiores. En Alemania sólo 5 poblaciones litorales son superiores a 100.000 habitantes, pero en cambio 40 son interiores. Podríamos hablar de Polonia o de Rusia, pero no hay necesidad.

Lo que sí preciso consignar, es que 25 de las 28 provincias interiores de nuestro país no solo no logran la población media nacional de 46'84 habitantes por kilómetro cuadrado, sino que Ciudad Real tiene una densidad de 24'90; León, de 28'74; Lérida, de 25'55; Palencia, de 25'25; Toledo, de 31'89; Valladolid, de 36'41 y Zaragoza, de 30'75. Pero aun hay más; 7 provincias con 104.490 kilómetros cuadrados tienen una densidad humana que queda por bajo de la mitad de la media. Veámoslo: Albacete, 22'38; Cáceres, 22'52; Cuenca, 18'16; Guadalajara, 16'73; Huesca, 16'04; Teruel, 17'00; Soria, 15'14. Estos datos entristecen.

Hay cinco o seis capitales de provincia, de un tipo por su némero de habitantes, que solo encontraríamos en Albania o Portugal o por su latitud en Suecia o Noruega. Este tipo de capitalejas no existe ni en Siberia. ¿Puede enmendarse tan desconsoladora realidad? Afirmamos rotundamente que sí.

En un auténtico régimen de solidaridad económica nacional corregir tales hechos que no son fatales y alterar el valor demográfico y en suma geopolítico de ciertas comarcas ha de ser, sin disputa, uno de los primordiales problemas básicos del país. Y si todo el país tiene derecho al auge y a la prosperidad, convengamos en que el Estado, por razón de tutela nacional, tendría que apoyar más generosamente a las provincias pobres de España que, en rápidas viñetas o estampas, van a desfilar por estas columnas. Será entonces cuando estudiaremos, una por otra, sus posibilidades y sus riquezas naturales inaprovechadas, sus defectos geofísicos, los medios de acrecer su población, de establecer sobre ellas oasis industriales... porque la verdad escueta es que muchas de las provincias pobres de España no lo son por agotadas: acertaríamos mejor diciendo que están vírgenes.

domingo, 22 de febrero de 2015

El regionalismo castellano: federales y catalanistas

(Artículo en el diario La Voz de Galicia, 30 de mayo de 1917)


Por Francisco Rivas Moreno (Miguelturra, 1851-Ciudad Real, 1935)

La federación es el primer paso en el camino de la unidad nacional; ello allana para una legal inteligencia los obstáculos que pudieran ofrecer la tradición y los estímulos del patriotismo.

El catalanismo se sitúa a la inversa que el principio federativo, pues pretender dar vida a las antiguas nacionalidades rompiendo los vínculos que crearon el tiempo y las mutuas conveniencias.

El nacionalismo es la moneda falsa del principio federativo.

Establecida la unidad nacional lo mismo en el orden político que en el económico, la aspiración de todas las regiones no podía ni puede ser otra que regirse por normas de conducta dentro de las cuales se desenvuelvan y prosperen las actividades sociales y la vida del derecho.

Las enseñanzas recogidas con motivo de la tragedia mundial, que tantas vidas ha sacrificado y tantos torrentes de sangre ha vertido, evidencian que el instinto de conservación de las naciones acudirá en el porvenir al principio federativo como pararrayos contra la asechanza del poderío militar. Lo sucedido a Bélgica, Grecia, Servia y Montenegro son lecciones que no desaprovecharán ciertamente las pequeñas naciones.

Cuando la democracia universal aspira a sustituir a la palabra "Patria" por la de "Humanidad" se presentan los catalanistas con la fórmula redentora y modernista de formar nacionalidades liliputienses.

El interés público demanda de todos que nos demos por notificados de las aspiraciones catalanistas, y que en la prensa y en la tribuna pública procuremos poner de manifiesto el peligro inminente de disolución en que se vería España, si la fatalidad hiciera que el programa de Cambó tuviese realidad.

El antagonismo entre federales y catalanistas está muy justificado, pues los primeros colocan siempre la unidad nacional por encima de todo linaje de aspiraciones; y en los catalanistas, especialmente los que siguen a Cambó, el separatismo es idea que late en sus propagandas.

El partido liberal tuvo siempre en su programa la descentralización, y bien capacitado de la vida desastrosa a que, por causas que ya le dirán, han llegado los municipios y las diputaciones, estima como deber includible de gobierno dar a estos organismos facilidades legales para que tengan una economía saneada y disfruten aquellas prerrogativas de que nunca debieron ser despojados.

Para llegar a la autonomía municipal se precisa algo más que llevar a la "Gaceta" acuerdos parlamentarios o medidas de gobierno, pues las columnas del periódico oficial son de poca consistencia para impedir el fracaso, y por eso hay que procurar cimentar la obra de regeneración administrativa sobre fuertes estados de opinión pública.

En España desde la "Gaceta" somos tan amantes como Inglaterra del "seftgoverment", pero la práctica de los ayuntamientos, especialmente los rurales, viven en un estado de tutela que los deprime y arruina.

Esto confirma que estamos siempre en franca rebeldía contra los dictados de la lógica.

Si en Francia decía Luis XIV "El Estado soy yo", en España tenemos una falanje [sic] de pequeños caciques de campanario, que pueden afirmar que el "Municipio son ellos", puesto que los hechos evidencian que su voluntad es omnímoda, lo mismo en lo que atañe a las Haciendas locales, que en los demás particulares que afectan a la vida municipal.

El ciudadano debe rebelarse contra el estado de servidumbre a que somete el caciquismo demostrando una voluntad tan recia como las circunstancias la exijan en todos aquellos empeños de la vida local en que está obligado a intervenir.

El sufragio universal dejará de ser una vana quimera cuando en los pueblos cada vecino emita su voto con absoluta independencia; pues libre el cuerpo electoral de la tutela que hoy le avasalla sería imposible que tuviera valor real el abominable encasillado.

En la gestión de los asuntos locales el abandono es completo, y así vemos que los presupuestos se confeccionan con arreglo a los patrones que dan los jefes de pandilla.

El nacionalismo no haría ciertamente el milagro de cambiar de la noche a la mañana estas malas prácticas por procedimientos de mejor acuerdo y conveniencia, pues en las comarcas donde sus hombres imperan, las haciendas locales llevan vida tan precaria como en Extremadura y Andalucía y el caciquismo se ejerce con iguales atrevimientos.

En cuanto a la centralización, ciego estará el que no vea con claridad meridiana, que lo que abominan de Madrid los catalanistas, sería más tarde en Barcelona planta frondosa y de profundas raíces.

A semejanza de lo que se hace en la vida agrícola, debemos establecer la cátedra ambulante para ir a los pueblos a decirles los riesgos que correría España bajo la influencia de las ideas nacionalistas, y lo urgente que es sanear el ambiente social estableciendo la autonomía municipal al amparo de los hombres capacitados de sus derechos y obligaciones.

Ahora son muchos los pueblos donde se buscan insolventes para que vayan al concejo a servir de editores responsables a media docena de pequeños ambiciosos que, por no tener nada que les recomiende, ni siquiera cuentan con arrestos para responder de sus malas obras.

El saneamiento del municipio español tiene que hacerse mandando a la casa del pueblo hombres sin tacha, importando poco la clase social a que pertenezcan, pues la honorabilidad y el patriotismo no están vinculados en ningún rango social.

Nuestra legislación da sobradas facilidades para esta empresa de redención social.

La providencia de las clases humildes, dice Chamberlain, que es el municipio en Inglaterra.

Allí todos los vecinos miran cosa propia los asuntos locales.

Recomendamos tan hermoso ejemplo, pues buena falta hace que se importe del extranjero algo de cuya utilidad no pueda dudarse en el orden económico y en el social.

martes, 17 de febrero de 2015

El regionalismo castellano

(Artículo en el diario madrileño El eco del pueblo, 21 de julio de 1917)

Por Francisco Rivas Moreno (Miguelturra, 1851-Ciudad Real, 1935)

Para los hijos de Castilla la idea de la Patria está colocada en el altar de sus más puras adoraciones, y el mayor placer es ofrendarla todo linaje de sentimientos nobles y de acciones generosas, anhelosos de ver a la madre común disfrutar de grandes prosperidades. No tiene, por tanto, el regionalismo castellano ni el más remoto parentesco con el que en malhora propaga Cambó por algunas provincias.

El regionalismo a que aludía el ilustre general Aguilera en un discurso del Hotel Ritz es el que,por nada ni nadie, se presta a debilitar ni romper las disciplinas de la unidad nacional.

Importa mucho al interés público acabar con los equívocos en todo cuanto hace relación con las campañas regionalistas, pues los catalanes que han tremolado esta bandera empezaron las propagandas con palabras tan poco explícitas que dejaban la duda de si abogarían por la descentralización o el principio federativo; pero las intenciones han ido quedando al descubierto a medida que se han creído más fuertes, y Cambó habló en Bilbao con tal desenfado del nacionalismo, que ya no hay que leer entre líneas en los discursos de este propagandista para saber que ni Mella, ni Maura, ni ningún buen español pueden comulgar con sus ideas.

La Vizcaya, en Galicia y en otras regiones de la Península que tienen dialecto propio, los regionalistas catalanes intentan buscar prosélitos, tocando algunas fibras del sentimentalismo, a las que saben ellos que no deja de responder la irreflexión.

El hecho de que los catalanes y vizcaínos enseñen a sus hijos el dialecto en que sus antecesores expresaron los cariños de familia y los amores a la Patria nada tiene que ver con la idea nefasta de querer romper los vínculos de una nacionalidad gloriosa formada por los siglos a costa de innumerables sacrificios.

Para los castellanos, el problema del regionalismo no representa otra cosa que la obra del progreso nacional por medio de la división del trabajo.

Cada región tiene intereses particulares que, fomentados por los que en ella viven con unidad de esfuerzos y aspiraciones que permite el interés común, dará por resultado una mayor cultura y un estado económico más próspero.

La hacienda nacional no es, en realidad, otra cosa que la suma de las regionales, y, por tanto, a mayor prosperidad de ellas corresponderá un mayor florecimiento de la primera.

No tienen los catalanes, ciertamente, la exclusiva en lo que atañe a la protesta enérgica y sincera contra los males del centralismo administrativo; pero el remedio de éstos no se acude tratando de amputar al cuerpo nacional todos los miembros para provocar la muerte, sino aplicando aquellas normas de conducta que el estudio y la experiencia recomiendan como de eficacia bastante para llevar a la normalidad el país.

Hay que agregar, a una descentralización bien meditada, otros particulares, que, si bien no tienen alcance tan extraordinario como esta primera reforma, que pudiéramos calificar de espina dorsal del regionalismo, son complemento obligado de este programa.

Aludo al hecho de que los hijos de cada región sean los primeros en la labor de engrandecimiento de la patria chica, tanto porque, estando llamados a recoger los provechos, sobre ellos pesa la obligación de un concurso entusiasta y decidido, cuando porque, educados en los apremios económicos de la región y en sus necesidades morales y materiales, es natural que a ellos les sea más llano el camino a recorrer que a los extraños al sentir y vivir de comarcas a las que no estuvieron nunca ligados por vínculos de ninguna clase.

Se desenvuelve nuestra vida en una serie de círculos concéntricos; tenemos en la familia los más fuertes afectos; siguen a éstos los del pueblo donde nacimos; después, la provincia; más tarde la región, y, por último, la nación.

Ha tenido la Mancha hijos ilustres a quienes en la historia se dedican algunas páginas escritas con pluma de oro; y, a pesar de esto, no hay en aquella región, para mí tan querida, un monumento que los recuerde a la posteridad, sucediendo esto precisamente en una época en que se ve levantar estatuas a medianías, ayunas por completo de todos aquellos méritos que legitiman estas distinciones sociales.

Siendo Presidente de la Diputación de Ciudad Real propuse a la Corporación, y ésta aceptó por unanimidad, que se levantaran dos estatuas: una a Espartero y otra a Monescillo.

Cuando estos dos grandes hombres llegaron a las más altas jerarquías, de la gobernación del país primero, y del estado eclesiástico el segundo, vivían extraños por completo a la patria chica, porque ésta poco o nada les había ayudado para subir la escala de las altas distinciones. Todo, absolutamente todo, lo debían al esfuerzo individual como ahora sucede al general Aguilera. Muchas personas han creído que Espartero era riojano.

Los tiempos han variado, afortunadamente, y yo me enteré con singular satisfacción de los agasajos y distinciones que hace meses dieron ocasión para exteriorizar los entusiasmos y el cariño con que la patria chica premiaba los relevantes méritos de dos pintores tan eximios como Carlos Vázquez y Ángel Andrade.

Los catalanes, que tanto abusaron del Arancel en daño de las demás regiones, quisieran, para otros efectos, rodear a aquellas provincias con una muralla parecida a la de China persiguiendo un aislamiento que los hechos evidenciarían bien pronto que les era dañoso.

En Castilla no es el egoísmo escudo que pueda amparar las conveniencias de la región.

sábado, 14 de febrero de 2015

Castilla, cuna del bien común

RESEÑAS DE LIBROS

Portada del libro ¡ Viva el común !


Rubinstein, Juan Carlos. ¡Viva el Común! La construcción de la protosociedad civil y la estructura política castellana en el Bajo Medioevo. Buenos Aires: Prometeo, 2005. 693 p.

Afirma el autor que, históricamente, lo común es aquello que surge de la comunidad y, por tanto, estos bienes pertenecen y responden al interés de todos y cada uno de los miembros, comuneros o ciudadanos.


En este trabajo, el autor ha intentado desenvolver el proceso de construcción y articulación de las protosociedades civiles y políticas en la Castilla bajomedieval. El hecho de haber resultado derrotados los comuneros frustró el posible desarrollo de la respectiva sociedad civil. El imaginario comunitario que tiñó el escenario medieval sirvió para regular conductas y dar sentido a instituciones nacidas bajo el mismo, pero que cobraron un significado político diferente dentro de nuevos contextos estructurales. Ejemplo de ello es el desarrollo del procesos políticos inglés y francés, en los siglos XVII y XVIII, respectivamente. Del mismo modo, este análisis arroja luz sobre la discusión de si el levantamiento Comunero implicó la última oleada de las conmociones medievales en Castilla o, por el contrario, constituyó la primera revolución de la modernidad.


Juan Carlos Rubinstein es doctor en Derecho y Ciencias Sociales y catedrático emérito de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Es autor, entre otros, de Desarrollo y discontinuidad política en Argentina (1968), Estrategia y táctica para el cambio (1972), Moralidad social en una sociedad dependiente y Sociedad civil y participación ciudadana (1994).