Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

viernes, 30 de septiembre de 2016

La personalidad regional

(La Voz de Castilla, 27 de mayo de 1917, p. 4)

Por Juan de Castilla


Es imprescindible para el regionalismo la afirmación de la personalidad regional y para otros, castellanos viejos, el relieve de la región nuestra es lo que nos distingue y caracteriza de otros credos y agrupaciones políticas. Otra razón práctica en apoyo, si destrozan al centralismo con todos sus vejámenes ¿con qué vamos
a substituirlo?

No tratamos, lector, de demostrarla de imponerla a tu corazón, a tus sentimientos; nuestra amada Castilla vive en tus afectos como una cosa natural y lógica; venimos a ponerte cuatro ideas para que medites sobre ellas, nada más.

El organismo región es una cosa natural, no producida por la figura literaria, ni por aberraciones sensibleras; así lo hallarás escrito en doctos autores políticos, singularmente los católicos, a los que se suman muchos otros que no lo son, como Pi y Margall, con su libro "Las nacionalidades". Región constituida por costumbres, historia,
lengua, derechos, literatura, organismos políticos especiales y propios, cuyo ensayo de crítica es preciso hacer para orientarnos.

La región es un organismo intermedio, generado por los municipios y comarcas y generador con otras hermanas de la nación o patria. El problema está en distinguir la región de sus componentes y de su compuesto, o sea, municipios y nación; esto en primer lugar, y, después, distinguir entre sí las regiones, como en una familia el padre distingue entre cada uno de sus hijos; 
esto último es más difícil para nosotros de lo que a primera vista parece, como verás más adelante.

Fíjate, lector, cómo otros regionalismos, no tan sanos ni puros como el nuestro, buscan con avidez condiciones regionales para la suya respectiva; historia, lengua y literatura, derecho, problemas sociales y económicos, geografía, todo lo ponen a contribución para afirmar la personalidad de su región, reduciéndose su actividad 
política y social a reivindicar -exclusivamente las más de las veces- todas esas condiciones, con el fin de afirmar la personalidad de que tratamos. Item más, las regiones que hoy fueron naciones ayer y de aquella existencia independiente les quedó esta personalidad regional.

El caso de Castilla es bien diferente. Aparentemente no puede reivindicar nada porque su historia, gloriosísima como ninguna, está continuada en la total de España; su lengua es oficial, su derecho es el denominado común, supletorio de los demás regionales, con tendencias centralistas a imponerse a los demás; su literatura recibe el nombre de española, a la que quiere entroncarse el modernismo americano; sus problemas sociales y económicos parecen los generales de España; su geografía, no muy definida, porque no se entiende por Castilla la cuenca del Duero, sino las del Tajo, Guadiana y partes de las del Ebro y Cantábrica; la Mancha, Extremadura, la Rioja, la Montaña santanderina, son tenidas por Castilla.

Si atiendes a estas apariencias, la personalidad de Castilla es 
difusa, borrosa, incapaz de dar origen a ningún sólido regionalismo. Yo creo que a estos factores aparentes hemos atendido hasta hoy, y por esa causa, el regionalismo castellano no ha surgido ni se ha sentido fuertemente como en otras regiones.

Examinemos esas apariencias. Se dice que la Historia de España, después de hecha la unión de las dos coronas -Castilla y Aragón- es la continuación de la de Castilla. Pruebas aparentes pueden pueden presentarse a millares, desde la numeración de nuestro Reyes de España, que se suman a los de Castilla, hasta el Consejo de Castilla un órgano político español.

El nexo de la cuestión está en estos derrotados los comuneros de Villalar, ¿qué lbertades y autonomía tuvo Castilla a partir de ese hecho? Partiendo de ese hecho, la historia de nuestra región, ¿no es la historia de un centralismo cada vez más absorbente y menos respetuoso para con las libertades regionales? Quitado poco a poco a Castilla lo suyo propio ¿qué queda de nuestra genuina historia? Si se sigue el argumento podría, a sensu contrario, proclamársele Condestable al conde de Romanones.

Lengua. Es oficial el castellano; mas ¿es castellano el que empleasn muchos de nuestros extrajerizantes literatos? ¿ES castellano de nuestra región, esa jerga achulada de los barrios bajos madrileños?

Literatura. La literatura castellana se toma en concepto de literatura española. Cuando se dice: nuestros primitivos como Gonzalo de Berceo, o nuestros clásicos como Cervantes, nuestros místicos como Santa Teresa, o nuestros líricos como Fray Luis de León, se les toma en el concepto amplio de españoles. La misma literatura contemporánea ¿qué es más que literatura española? Y, no obstante, al mejor poeta lírico castellano, a Gabriel y Galán, se le toma como poeta regional, porque con su obra nos enseña el verdadero camino literario; la inspiración en el pueblo y el fin popular a que su poesía se dirige, a cantar a Castilla con los ricos matices de su inspiración.

Derecho. Otro tal. Se insinúa que el de casdtilla trata de imponerse a las demás regiones, y lo primero que ha de averiguarse es si el derecho que el poder central ha clasificado de castellano como tal. La primera observación que se ocurre es que destrozado el gobierno genuino de Castilla, el poder central que le sustituyó fue el que dictó el derecho, y no siempre tuvo en la cuenta nuestra manera de ser, no ya en el derecho administrativo que es consecuencia de la construcción de los poderes, y por eso otros regionalismos tratan de reivindicarse; aun el mismo derecho civil no siempre es expresión fiel de nuestras costumbres, pues el mismo Código que nos rige está copiado literalmente del napoleónico en más de 200 artículos. La multitud de fueros municipales, e fuero Real, las Partidas y tantos cuerpos legales como nuestro adelanto jurídico dio a luz le probarán la vitalidad de nuestra raza.

Problemas sociales y económicos. Parece que Castilla en este punto no difiere del resto de España, cuando no es así. Nuestro magno problema es el agrario, sin predominio de minifundios como en Galicia, ni de latifundios como en Andalucía. Es problema de intensificación de la vida rural, que se arrastra languidamente en los diminutos pueblecillos que constituyen nuestra región; problemas que también resuelven los Sindicatos agrícolas católicos, difundidos por castellanos viejos como Chaves, Monedero y P. Nevares.

Si de mística hablas, no cites al coloso Victoria; no necesitas acudir a él; ahí está el folk-lore, la canciones populares que recogió el insigne Olmeda.

La dificultad máxima que ha de vencerse para afirmar la personalidad de Castilla la vieja, es tal vez el exceso de esa misma personalidad, la cantidad, calidad y extensión de ella, que le sobra, no ya como región, sino como nación.

Este hecho es el que no han podido todos los hechos destruir, ni todos los centralismos borrar; pero es lamentable que ese mismo centralismo quiera presentar como castellano cosas que no lo son, y que pretenda imponerlas, pues a la postre, e otras regiones, no se distingue entre centralismo y Castilla, que son dos cosas, no solo diferentes, sino opuestas.

Existe una vida regional en Castilla; pero una vida cuyos latidos no se perciben apenas, una vida o recogida aun, no seleccionada, no separada de la común vida de todos los pueblos españoles... que no por desdeñado es menos cierto.

Para orear esta vida, para sacarla a luz, depurarla, está el regionalismo. Desde el momento que en el poder central, no solo no se quiere, sino que se detesta esta vida propia y por eso se acorta, Castilla debe tener a gala demostrar lo contrario y ningún tutor mejor que el regionalismo.