Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

domingo, 28 de octubre de 2018

Ecos de Haro


(La Rioja, diario político, 10 de julio de 1920, p. 2)

Queda enterada la Corporación municipal de una carta suscrita por el alcalde de Villalar invitando al Ayuntamiento de Haro a asociarse a todos los de Castilla para erigir un monumento dedicado a honrar la memoria de los comuneros Padilla, Bravo, Maldonado y doña María de Pacheco, para cuyo fin solicitan la concesión de una subvención. Se acuerda que sea informada la Comisión de Hacienda, haciendo resaltar la Presidencia la simpatía con que el Ayuntamiento ha visto la idea del de Villalar.

viernes, 26 de octubre de 2018

¿Y el Estatuto de Castilla?

Por Juan de Torezano

(El Adelanto (Salamanca), 21 de julio de 1931, p. 3)



Todas las regiones españolas han reivindicado su personalidad, han redactado sus proyectos de Estatuto y, a estas horas, trabajan ahincadamente para verlos hechos realidad.



La cuestión es, en efecto, única. Quien no haga valer ante las Cortes Constituyentes, en esta hora de revisión, sus derechos
históricos y peculiares, sus intereses de raza y de geografía, sus libertades particulares y sus hechos diferenciales, será porque no los tenga o porque no los merezca.

Una constitución no se hace todas las semanas; un estudio jurídico no se estructura todos los días. Si alguien pierde tan oportuno momento, habrá de quedarse durante mucho tiempo, tal vez para siempre, condenado a la esclavitud y silencio.

Y me estoy temiendo que ese alguien sea la Cenicienta eterna: Castilla.

Mientras España ha sido una entidad homogénea, una persona jurídica unitaria e indisoluble, bien estaba el que los castellanos sacrificásemos nuestros hechos diferenciales por la armonía común.

Pero ya se ha visto demasiado que cuatro siglos de centralismo no han bastado para borrar los particularismos regionales, ni siquiera para atenuarlos. El sacrificio de Castilla entregando su personalidad ética e histórica para ser fundida en el crisol
de la España unitaria, sobre ser estéril; ha sido desagradecido. Nuestra nacionalidad, la más fuerte antes de la unión, la más diluida de la actualidad, la hemos perdido a cambio de un rencor de nuestros consocios, de una acusación injusta de opresión.

He aquí a Castilla pobre, y a los demás países españoles, ricos. He ahí a todos redactando su pliego de cargos y a Castilla muda e indecisa, dispuesta tan solo a escuchar y callar.

¿Qué hemos ido ganando ganando en la larga era del centralismo? Nada.

¿Qué sacaremos de la próxima estructura federal? De seguir en nuestra apatía, no obtendremos otra cosa que el diploma de vencido,
el papel del tirano caído, a quien no se agradece la libertad que otorga, pues que la entrega por la fuerza.

Y la verdad es muy otra, Castilla es el único ejemplo en la tierra de la nacionalidad que se entrega espontáneamente para fundirse
con otras menos potentes que ella. Castilla es la única nación descubridora y conquistadora de mundos que, lejos de imponer sus 
ambiciones imperialistas, se abandona, se borra, se autoexcluye para intentar la creación de un algo grande y superior así misma. Si
la genialidad política de Castilla no hubiese concebido el quijotesco disparate de suicidio para dar vida al mito de la nación 
centralizada, si hubiera procedido con el imperialismo vulgar de las demás naciones vencedoras de la historia, a estas horas no 
redactarían sus estatutos las regiones que fueron antaño más o menos libres, porque a estas horas, en el solar de España, no habría más 
edificio que Castilla.

¿Cuáles son las causas? ¿Incapacidad? ¿Inferioridad? No, Castilla es víctima de su misma grandeza. Tan alto soñó, que creyó poder 
sustraerse a las leyes perpetuas de la historia humana. Pensó que la sería factible sobreponerse al dictado de "dominar o ser dominados". Supuso a los demás tan altruistas como ella e imaginó que del sacrificio de todos en abdicar de lo suyo iba a alumbrarse un conjunto soberano de protección nacional.

Y al desvanecerse el sublime error, no tiene Castilla, a pesar de sus muchos intelectuales, una intelectualidad castellana, genuina, 
que redacte su estatuto, que haga revivir sus derechos históricos, que sepa reclamar sus libertades tradicionales.

Mientras de todos los extremos de la península surgen las demandas de derechos y las afirmaciones particularistas, los partidos centralistas siguen enviando a las provincias de Castilla sus candidatos cuneros y nuestros periódicos sigan explotando (todavía) 
la nota unitaria y del llamado interés general.

Los instantes apremian, el tiempo vuela y dentro de unas semanas la gran Asamblea discutirá los derechos de todos los pueblos 
hispanos.

Es preciso que discutan los nuestros igualmente, pero no de un modo general, sino esencial.

Quisiera tener una autoridad de que, por desgracia, carezco, para encararme con todos los intelectuales de Castilla y gritarles
el apóstrofe sublime de Castelar:

-¡Levantáos, esclavos, que tenéis Patria! 

La Diputación y los ayuntamientos de la provincia


(Diario de Burgos, 23 de mayo de 1931, p. 2)


En la última sesión celebrada por la Diputación Provincial, se dio cuenta de un escrito del alcalde de La Horra pidiendo a la Corporación que convoque una asamblea de muncipios burgaleses para estudiar y resolver lo que proceda con respecto al proyecto de estructuración federal de España.

En tal sentimiento están inspiradas dos cartas que el mismo día publicábamos en estas columnas, de los alcaldes deVillovela de Esgueva y Villafruela.

A continuación insertamos copia de la solicitud del Ayuntamiento de Palacios de la Sierra abundando en las mismas apreciaciones. A ésta seguirán otras.

Es de sumo interés y merece especial atención este despertar de los pueblos ante el problema nacional, cuando hasta ahora las masas rurales han vivido al margen de tales cuestiones. 

Sin embargo, la Comisión gestora de nuestra Diputación no lo ha comprendido así, considerando prematuro este asunto, toda vez que corresponde a las Cortes fijar la estructuración de España.

Indudablemente se trata de una confusíón, pues no queremos creer que nuestros diputados tengan la vista tan apartada de los anhelos y de la trascendencia de los momentos actuales.

En todas las provincias se nota el natural movimiento precursor de la lucha que se avecina. Cada una se preocupa de buscar la postura que debe adoptar para no resultar arrollada en el marco que mejor encaje. Sólo faltan dos meses escasos para que el debate del que puede resultar la ruina de unas comarcas y el florecimiento de otras, se desarrolle en toda su amplitud.

Y en estas circunstancias nuestra Diputación se encoge de hombros se desentiende del problema y cree que es prematuro tratar de él. Cree que son las Cortes las que deben decidir de nuestro porvenir, sin la menor intervención nuestra. Y esto cuando Cataluña se dispone a redactar el estatuto del estado catalán y otro tanto hacen Galicia, las Vascongadas, Navarra, Valencia y otras.

Repetimos que no creemos en una ofuscación semejante y que indudablemente se trata de un error que los mismos diputados se apresurarían a deshacer.

Burgos debe en esta hora crítica, estudiar lo que más conviene y después de bien definida su actitud y sus aspiraciones, buscar el contacto con las provincias hermanas para establecer el acuerdo.

Pero al decir Burgos no nos referimos a la capital, sino a la provincia, pues de sus intereses se trata y la más elemental idea democrática, exige tener en cuenta la opinión de los ayuntamientos especialmente cuando de ellos parte la iniciación.

Esto hace la Diputación de Navarra, la de Logroño, la de Valladolid, por no citar más que las próximas, y esto debe hacer la de Burgos y seguramente lo hará en cuanto a sus manos lleguen las instancias anunciadas de los pueblos.

Es una obligación que no puede delegar pues su responsabilidad sería inmensa si por omisión resultase nuestra provincia arrollada y su porvenir destruido. Puede perdonarse un error, pero no una deserción.

Seguramente son inútiles estas excitaciones y en el ánimo de los diputados está el abordar este magno problema en toda su extensión.

Por el Ayuntamiento de Palacios de la Sierra, ha sido dirigida la siguiente instancia: 

"Excmo. Sr. Presidente de la Diputación Provincial de Burgos.

Excmo. Señor:

El que suscribe, alcalde presidente del Ayuntamiento de Palacios de la Sierra, en nombre y representación del mismo, ante V.E. respetuosamente como mejor proceda expone:

Hace muchísimos años que entre la región catalana y el Gobierno español constituido, ha existido una tirantez de relaciones de la que siempre pagó los vidrios rotos la desdichada Castilla: aquélla 
interesada porque se resolviera el pleito de su autonomía que constantemente solicitaba; el Gobierno Central sin salir de su vida rutinaria, sacrificando quizá todo el comercio del resto de la Nación para contentar en parte a los catalanes que amenazaban con independizarse, así las cosas hasta que la corrompida y carcomida Monarquía ha sucumbido.

Los intereses de Castilla no son iguales que los de otras regiones y menos que los de Cataluña, y con la República ha llegado el momento de trazar la forma en que ha de regirse ésta. Por otra parte vemos 
la República de los Estados Unidos y la de Suiza, en que cada Estado y cada Cantón, no sólo son distintos sus intereses, sino sus costumbres, su religión y en la última, inclusive su idioma, y a pesar de todo ello con el sistema de República Federal en conjunto y los Estados o Cantones soberanos e independientes entre sí, en el que cada uno tiene sus limitaciones que se ha impuesto a su favor y en beneficio de la comunidad gozan de una independencia modelo de democracia. Este alcalde rural, basado en estos modelos y toscos argumentos, con fecha 16 de mayo actual, entre otros acuerdos, ha tomado un particular que dice:


"Hace presente el señor alcalde a sus compañeros la hora histórica que hoy atraviesa España, que aun cuando felizmente la República ha dado el paso gigantesco que anhelaban la mayoría de los españoles, hasta que las Cortes constituyentes digan la última palabra sobre la forma de en que ha de regirse dicha República, y teniendo en cuenta lo ha hech la región catalana, que adelantándose a las demás regiones se le ha concedido la autonomía federal, sería muy conveniente que nuestra región se ponga alerta para la defensa de sus intereses.

Quedan enterados y acuerdan que teniendo en cuenta las atinadas razones expuestas por el señor alcalde, que por dicha autoridad , se eleve respetuosa instancia a la Excma. Diputación para que convoque a una asamblea de municipios burgaleses y aún más factible a toda la región castellana, para regular la autonomía federativa de Castilla, que por derecho se nos debe conceder.

En méritos de todo lo expuesto no dudo que V.E. con su elevado criterio, sabrá interpretar mejor las necesidades y aspiraciones que a Castilla corresponden.

Viva V.E. muchos años.

Palacios de la Sierra a 19 de mayo de 1931.- El alcalde, Pedro Simón.- P.S.M., el secretario, Tomás Medrano."

miércoles, 24 de octubre de 2018

Los mil y un días: Castilla y Madrid

S.f.

(El Porvenir Castellano (Soria), 4 de setiembre de 1930, p. 2)


Este pequeño grupo de catalanes herméticos incionados e irreflexivamente impulsivos que en una confusión muy peligrosa hablan indistintamente de Castilla y de Madrid constituyen el escollo perturbador en todos los caminos de concordia nacional. Es necesario pues destruirlo. Realmente el empeño no es nada difícil. Basta con manejar el verdadero ariete contra el reductor de la incompresión fanática de este grupito.

No, no... Castilla no es Madrid. Y no solo Castilla es Madrid, si no que tiene en un feroz como Barcelona. En realidad Madrid lo es de toda España. Pero ni el tiempo cabe inculparle de alguna responsabilidad.

Madrid ha incurrido en el desdén contra el resto del territorio en que incurren inevitablemente las ciudades capitalizadas que personifican la centralización.

Ese desdén de Madrid hacia las provincias españolas es el mismo de París hacia las propias francesas. A lo que parece la absurda actutud es una mácula de nuestro latinismo porque en realidad no se produce en las nacionalidades de otros orígenes y es evidente que tuvo en Roma su exaltación más inflamada. Pero es latinidad nuestra es entre nosotros muy poco visible y solo conserva Madrid unos de sus aspectos. El más irritante. El que pudiéramos llamar "metropolitanismo".

Pero Castilla por su propia condición de pueblo con raíces en la tierra es opuesto a él. Castilla oh, amigos catalanes! es la víctima inmediata de Madrid, que no es un trozo de Castilla, pero es de la Mancha.

A Valladolid, que no tiene otra mácula en su historia que la de ser cuna de Felipe II, el rey más tristemente célebre le despojó Madrid de su capitalidad a virtud de un capricho de un versátil. A Alcalá de Henares de la que el Cardenal Cisneros anticipándose a una visión que es hoy universal, hizo la primera Ciudad Universitaria lo despojó de lo mejor de la historia. Estos desafueros no 
han sido nunca comentados, constituyen dos ofensas fundamentales que ha recibido Castilla de Madrid. En cuanto a los políticos no deben olvidar Cataluña y más concretamente Barcelona, que si frente a los derechos catalanes hubo un Felipe IV frente a los castellanos hubo un Carlos I y un verdugo en Villalar.

El campo germinará la renovación, pan de nuestro espíritu como germina el trigo, pan de nuestros manteles. El arado y la hoz y sus hombres, es lo único que conserva incorrumptible [sic]. Si los gobernantes viejos se hubiesen ocupado de enseñar a los campesinos a leer y a escribir, otra hubiera sido la linea de nuestra ruta.

Pero hacían lo contrario, porque es más fácil gobernar a gente analfabeta que a gente iniciada en el saber elemental. En Rusia fueron posibles los autócratas porque los campesinos lo ignoran todo. Y en España es posible por la misma razón la impureza del sufragio nuestro, modo nacional de autocracia.

Hay un escritor reciamente castellano y aún castellanista que como escribe bajo la finaza que le da su cultura y su vocación, pasaría naturalmente en Madrid por un desconido. Se llama D. Gregorio Fernández Díez. Yo, aun sin participar de algunos de sus puntos de vista, sigo la huella de su pluma con mucho interés. Me parece por otra parte un escritor representativo de los modos de Castilla "que crea a los hombres y los desgasta".

Posiblemente no hay tierra en el mundo con gentes más individualizadas, es decir con menos tendencia al contacto. Yo que soy de Valladolid, crecí en Segovia y seré enterrado en Alcalá de Henares, no tengo en Valladolid más lector que un ahijado mío (espiritualmente, mi hijo único) en Segovia algún compañero de mi adolescencia y en Alcalá algún cura que tenga prisa por dejar caer sobre mí su responso. Mi ferviente amor a Castilla, mi inflamado amor a Castilla se consume en la soledad, pero es más fuerte que el desdén y la ausencia.

domingo, 21 de octubre de 2018

Los intelectuales castellanos


Por Gregorio Fernández Díez

(El avisador numantino (Soria), 2 de abril de 1930, p. 1)

El acto de confraternidad celebrado días pasados en Barcelona, entre intelectuales catalanes y castellanos, podemos juzgarle como un episodio más, acaso un tanto lírico ya que en verdad, ninguna transcendencia ha tenido ni del mismo han de derivarse consecuencias efusivas ni prácticas.

Antes de seguir adelante y verter nuestro sincero y crítico pensamiento respecto del acto y de los actores, séanos permitido, sin altisonancias de intelectual, manifestar, no solo nuestro respeto hacia la lengua catalana, que nos es familiar, que hablamos y escribimos, sino el reconocimiento más explícito del derecho, por parte de Cataluña para hablarla y cultivarla libremente y en fin, en otro orden de cosas, que no nos asusta, antes bien en provecho común deseamos la solución del pleito catalán, dentro de un régimen federal de un sistema en que no haya privilegios, sino la igualdad más absoluta para todas las regiones; y para terminar, consignamos que ni los intelectuales llamados castellanos que han ido a Barcelona son los únicos representantes de nuestra cultura.

La cultura castellana, ni los únicos hombres comprensivos de las inquietudes de Cataluña, aunque sea más exacto que sean los únicos que no comprenden nuestro problema, el problema castellano que es también otra realidad.

Pero volviendo al acto hemos de reputar que ha carecido de trascendencia por un nuevo error político de los catalanes invitantes, más políticos que intelectuales y por otro error de jactanciosa vanidad por parte de los invitados que no han representado a Castilla, por la sencillísima razón de que ésta, no les ha delegado ni conferido su representación y además porque no han interpretado sino parcialmente el sentir de Castilla.

Pero antes de seguir adelante en los comentarios por propia cuenta, no queremos dejar de transcribir las manifestaciones de "El Liberal", de Madrid, a este respecto que son del siguiente tenor: "Conviene aclarar un equívoco en bien de todos. ¿Qué elementos han sido invitados por la representación de Cataluña? Los comentaristas de periódicos relacionados con aquélla por una reciprocidad de colaboraciones interesantes desde luego; un sector de derechas que ha tratado con simpatía el problema de Cataluña; cuatro o cinco personalidades indiscutibles y dos o tres que hubieran tenido un gran disgusto si no se les hubiese incluido en el requerimiento". Y luego dice "El Liberal": "¿Más basta con los requeridos para dar una idea exacta del acercamiento de la intelectualidad madrileña a la catalana? Creemos que no basta, sino que puede representar andando el tiempo un exclusivismo perjudicial" y para terminar añade un este párrafo: "Lo mejor de Madrid y lo mejor de Barcelona"
intitula un periódico barcelonés, y esto es mucho decir. Cataluña y Madrid. Tampoco así está bien: "unos cuantos intelectuales y otros tanto residentes en Madrid". 

Como verá el lector, la expresión de "El Liberal" es de un acierto rotundo hasta en el menor detalle, porque decir residentes en Madrid significa que no todos aquellos intelectuales son madrileños; decir Cataluña y Madrid no basta; significa que la aproximación que se ha de buscar es, no la de Cataluña con la Corte, sino con Castilla, con todaCastilla, lo que en definitiva equivale a decir que Madrid no es, ni mucho menos, ni el corazón, ni el único valor de Castilla, ni de la histórica región, aspecto que para lo sucesivo es conveniente que no olvide Cataluña. Pero aún hay más; una mitad de aquellos intelectuales son muy secundones: en Madrid hay centenares, millares de valores más positivos; luego la inmensa mayoría de los hombres no son castellanos: son gallegos, valencianos, aragoneses,
catalanes residentes en Madrid o vascos y no es lo mismo, ¡qué va a ser lo mismo! Castellanos han ido pocos y de ellos aun deberíamos en justicia prescindir de los madrileños, frívolos, oscilantes en sus gestos, insinceros y desde luego desconocedores de los problemas de Castilla que tan cerca tienen, y en fin, desinteresados en absoluto de los problemas regionales de nuestra vieja Castilla, cuya mayor desgracia es que cuente con hijos que la olvidan.

Menguada estaría Castilla si esos hombres fuesen los único o simplemente lo mejor de su representación intelectual. Hay que convenir en que los invitados por Cataluña lo han sido más a título de gratitud política que en otra significación y hay que señalar que haber hecho la recluta solo en Madrid, prescindiendo de las quince restantes provincias castellanas, de esas provincias que cuentan cada una con Ateneo, con prensa, con literatos, con hombres que están en relaciones comerciales con Cataluña, que tienen, en fin, una gran reserva de intelectuales en sus gloriosas universidades de Salamanca y Valladolid, es, repetimos, una lamentable equivocación.

Barcelona, amigos catalanes, por su población, por su intelectualidad, por su riqueza, pesa más sola que el resto de la provincia y de Cataluña; Madrid, no; porque aunque parezca paradógico, los castellanos, menos centralistas que lo que se cree, con un sentido individualista extremado, no vamos a remolque de Madrid, de ese Madrid cuyo ambiente frívolo y oportunista será resultado de un temperamento elaborado por la colmena de audaces, de arribistas, de eclépticos, de figurones que allí
llegan procedentes de todas partes, pero que no son castellanos.

Castilla, catalanes, no va remolque del Madrid político del que está disociada. A este efecto quiero recordar que a fines de 1918, el Madrid político, el Parlamento iba ya a otorgarnos la autonomía integral, cuando las Diputaciones castellanas se levantaron proclamando que Castilla necesitaba al mismo tiempo, ni antes ni después, otro Estatuto para su autonomía.

Por nuestra parte, nosotros castellanos, regionalistas castellanos, castellanistas, federales propicios a toda inteligencia, protestamos enérgicamente de que un puñado de hombres, por muy intelectuales que sean, por el mero hecho de escribir en castellano o de residir en Madrid, se abrogan la represntación de Castilla, los unos porque no son castellanos, sino aragoneses, gallegos, valencianos, catalanes residentes en Madrid o vascos o aun bizkaitarras como Urgoiti; los otros porque aun siendo
castellanos jamás hemos visto que hayan defendido ni el espíritu, ni la personalidad, ni los intereses castellanos.

Cataluña a estas horas les debe a esos hombres la gratitud de un gesto o de unas alabanzas, aunque sean merecidas; Castilla no les debe nada; de los que no son castellanos no ha recibido una caricia, de los que lo son, tampoco; y si así se portan con su tierra cuna; si no han demostrado sus afectos del alma a Castilla, séanos permitido advertir a Cataluña para que no se engañe, que nosotros abrigamos la duda de la sinceridad de su adhesión y aun más, no creemos ni siquiera en los deseos de hacer cultura, ni de dar a España una estructura federal, porque jamás se les ha visto expandirse por Castilla, ni enseñando ni predicando. ¿Es porque residen en Madrid, donde la frivilidad y  eleclepticismo acomodaticio han infestado el ambiente? Allí cada cual va a su negocio. La intelectualidad e Madrid suele ser un negocio más.