Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

miércoles, 24 de enero de 2018

La censura de las Cortes de Castilla a la política de Felipe II

Por Joseph Pérez

(La España de Cervantes)


"Su Majestad sea servido de dar orden cómo, para la 

defensa y buen gobierno y paz y quietud del reino de Portugal, todo el caudal que para esto sea necesario se saque del mismo reino y lo mismo, para los reinos de la corona de Aragón, lo que en ellos se gasta con la gente de guerra que allí su Majestad sustenta de ordinario, sin que sea necesario que destos reinos de Castilla se haya de sacar cosa ninguna...” (fragmento del discurso de Francisco de Monzón, Procurador madrileño, en las Cortes de Castilla de 1593). 

Del discurso de Monzón se desprende la idea de que los intereses del reino no coinciden forzosamente con los del rey. El procurador sugiere que Castilla no tenía ningún motivo para intervenir en Portugal, en Flandes y en Francia. O sea, que lo que se está censurando en realidad es la política seguida desde el advenimiento de la Casa de Austria, en 1516, una política que los comuneros denunciaron ya en su tiempo como dinástica y contraria al interés del reino; era una política exterior de signo marcadamente dinástico y no nacional: de lo que se trataba no era de sostener los intereses del reino de Castilla, menos aún los de España, sino los derechos patrimoniales del monarca. En el discurso de Monzón cabe ver pues una nostalgia de la época en la que Castilla podía desarrollar una política exterior conforme a sus intereses como nación, sin tener que sacrificarse a las ambiciones de un monarca que no quería ceder ni un ápice de sus derechos patrimoniales, aunque fuera a costa de la hacienda del reino.

Glosas de Castilla: caciquismo y centralismo

(Castilla gráfica, revista semanal (Madrid), nº 23, 20 de julio de 1924)

El agudo y sutil periodista, D. José Ortega y Gasset, ha disertado últimamente desde las columnas de El Sol sobre problema tan trascendental como lo es actualmente, en este período de transición, la creación del Pariamento y su modo de funcionar. 

Ha fracasado -viene a decirnos— y urge reformarlo, pues su fracaso no obedece a que sea un organo inadecuado de gobierno, sino porque vivía en un ambiente de plebeyez, de mezquindaz, de ruralismo. 

Egoísmo y frivolidad que tenían sus raíces en la caciquería aldeana. 

Con razón, Silverio Lanza —el gran escritor olvidado— atribuía todos los grandes males de la vida nacional a la labor devastadora de la plaga caciquil, incluso la falta de un arte español vigoroso, espléndido y fuertemente original. 

Municipios, provincias y regiones sufrian el yugo del cacique, quien desde su cubil disponía a su antojo de los intereses enclavados en su comarca. 

Municipios, provincias y regiones no desenvolvían libremente sus energías, pues una centralización carcomida por ese ruralismo ahogaba sus más cordiales anhelos. 

¿Pero ha sido Castilla región amparadora y proPulsadora de este ceatralismo absorbente y caciquil? 



¿Pero no ha sido Castilla la región que más ha sufrido por esa política de intereses de nuestros gobiernos, la más desatendida y olvidada? 

En que se llegue a reconocer un carácter especifico a las regiones que las diferencie y personitique aunque no las separe, ni las enfrente se halla interesada vivamente la región castellana. Para vivir en plena armonía es preciso que todos nos conozcamos y respetemos. A una nación le hace falta la vitalidad de sus regiones. No importa que cada una trate de acentuar su carácter peculiar, racial, si tiene como denominador común el interés genérico de la raza, de la nación. 

Y un Parlamento creado por esas regiones autónomas tendría la independencia y alteza de miras necesarias para un buen gobernar

sábado, 20 de enero de 2018

Estudio comparativo del feudalismo en Cataluña y en León y Castilla

Por Antonio Ramos Oliveira

(La Unidad nacional y los nacionalismos españoles (1969), p. 44)

"Apartarse de las regiones fronterizas y pasar a Castilla o León debía de ser, pues, en la Edad Media una experiencia deseable para los siervos de Aragón y Cataluña, y de que lo era dan fe los muchos fugitivos que se ocultaban en las ciudades castellanas de nueva población".

domingo, 7 de enero de 2018

La Manсomunidad Castellana

(Castilla gráfica, revista semanal (Madrid), nº 31, 14 septiembre 1924)




En más de una ocasión, y en este mismo sitio, se ha hablado en Castilla gráfica de la Mancomunidad castellana. Esta forma de organización regional cuenta con ardorosos defensores, pero también se muestran contrarios a ella ciertos sectores de la opinión pública. Acaso temen estos últimos el fracaso de una modalidad de gobierno regional, que requiere especial preparación y uso moderado para no incurrir en cantonalismos perniciosos. 

Esta pugna de opiniones no es sino el reflejo de aquella otra colisión de principios que, en la vida política de los pueblos, está planteándose constantemente. Mientras unos piensan que el fraccionamiento de las pequeñas nacionalidades, en núcleos raciales o étnico, puede ser una garantía de paz y de venturas, creen otros que únicamente la creación de Estados poderosos-grandes agrupaciones mantenidas en estrecha unión por la fuerza de una firme organización política ha de contribuir a la felicidad y la tranquilidad de las gentes.


Entre estos dos modos de pensar solo hay una contradicción aparente. Ambos son perfectamente compatibles en la esfera del Derecho, y para lograr esa compatibilidad únicamente es necesario buscar una forma de pacto entre los pequeños núcleos, a fin de que, sin lesionar los intereses de las minorías, se verifique la fusión de éstas en una superior unidad política. En una palabra, trocar la espada de Napoleón por un Código de mutuo amor.                                 

En еste sentido, y no en otro alguno, quisiéramos nosotros que se orientase la organización en Mancomunidades de las regiones españolas. Pactos basados en el odio o, por lo menos, en el recelo, nunca pueden ser fecundos.


Las provincias, al mancomunarse, han de tener en cuenta que para la inmensa labor común, todo cuanto signifique predominio de egoísmos y exaltaciones de amor propio, será contraproducente.                      
Castilla debe demostrar que no en vano supo vivir en tiempos pasados una vida intensa, no sólo en el orden político, sino en el económico y social. Una región como Castilla, que tuvo una organización gremial poderosa y admirable, y que supo oponer el avance de los imperialismos desbocados los pechos de sus comuneros; una región de tan altos vuelos políticos no puede sentirse acobardada ante el poblema de una nueva organización regional.      
                                                         
Ignoramos todavía el alcance que ha de darse a esta nueva forma de regir las provincias y las regiones, que el Directorio militar se propone implantar. Lo único que sabemos de cierto es que el Directorio aplaza por ahora ia implantación del nuevo régimen. Aspira tal vez a recoger una mayor suma de opiniones. 

Castilla gráfica quiere aprovechar este paréntesis para ofrecer a sus lectores las opiniones de los hombres más representativos de Castilla acerca de este problema de la Mancomunidad. Personalidades relevantes de la región serán invitadas a exponer con toda sinceridad sus puntos de vista en cuestión de tanta trascendencia. Y asi, modestamenle, nuestra revista contribuirá a aportar opiniones que, por lo valiosas, convendrá que todos tengamos en cuenta.