Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

sábado, 5 de mayo de 2018

Después de cuatro siglos, la nueva "Junta Santa"


(El Día de Palencia, defensor de los intereses de Castilla, 28 enero de 1919)

En 1519 se alzaron las principales villas y ciudades castellanas contra el mal gobierno de Carlos I y de los flamencos que llegaron a España con el primer Austria. Se gritaba: "¡Viva el Rey y mueran los malos ministros!". Un año más tarde, se reunían en Ávila los delegados de las comunidades y formaban el poder supremo de la revolución castellana. Nació así a la Historia la "Junta Santa". En ella había representaciones de la aristrocracia y de los plebeyos, y junto a Pedro Lasso de la Vega, el caballero toledano, figuraba el frenero de Valladolid y un pelaire de Ávila. Allí estaba Castilla mejor representada que en la corte de Adriano de Utrecht, el cardenal regente.

Después de cuatro siglos, se inicia en Castilla un nuevo movimiento de las Comunidades. Esta vez no alza Toledo, sino Salamanca, el grito de libertad. Y si no se aclama al Rey ni se maldice de sus ministros, el clamor de guerra con que empieza este levantamiento tiene extraordinario parecido con el de 1519. Ahora es: "¡Viva Castilla y mueran los caciques!". Y otra "Junta Santa", la que forma este puñado de hombres de bien que viniendo de campos muy distintos, se ha reunido en Salamanca a echar las bases de un acto insurreccional de Castilla contra los flamencos de ahora, contra sus depredadores y verdugos, contra los que han matado la independencia de Castilla, dejando a esta tierra sin pan y sin libertad, arruinadas sus industrias, despoblados y míseros sus campos, empobrecidas las ciudades y villas que fueron opulentas, envilecidos los espíritus que fueron audaces y orgullosos.

La nueva "Junta Santa", que en 1919 abre sus trabajos en la ciudad egregia de Salamanca, es el comienzo de la segunda guerra de las Comunidades. No habrá tocado a rebato, en Valladolid, la campana de San Miguel; pero está en movimiento el pueblo de la antigua capital del reino. Y de Segovia, de Burgos, de Palencia, de León, de todas las villas y ciudades de Castilla en que haya un hombre capaz de sentir rebeldía santa contra los caciques del país moribundo, saldrán comuneros a constituir la hueste que va a organizar en Salamanca sus planes de campaña.

Libertad para el municipio, libertad para el cultivador de la tierra, libertad de las conciencias; he aquí los tres principios fundamentales que grabará en su bandura el nuevo movimiento de las Comunidades de Castilla. Hay que devolver su gloriosa independencia al Concejo castellano, enjaulado hoy en esa cárcel caciquista que se llama Diputación provincial, defendida -¡claro está!- a capa y espada por los titulados representantes castellanos en esa Asamblea segoviana, donde seguramente ha presidido el espíritu del alcalde Ronquillo. Hay que arrancar al labrador de las garras del señorito holgazán que vive de la renta, libertarle del cacique usurero, del usurro metido a puntal 
de la política "castellanizante" y "españolista", hacerle señor de su trabajo y no pordiosero de los que no trabajan; pero se llaman labradores, y "protegen" a la agricultura rentista con discursos hueros en las Cortes. Hay, en fin, que dignificar la conciencia castellana, impidiendo esas ignonimias, nacidas del hambre, de la ignorancia y de la maldad, en que un Villarcayo -y Villarcayo es casi toda Castilla- se vende al que da más dinero, por los derechos de ciudadanía inútilmente reconocidos en las leyes a pueblos que están en plena servidumbre feudal.

La "Junta Santa" salmantina quiere comenzar una restitución, quiere que Castilla recobre su personalidad perdida. Hoy Castilla es un engaño. Existe en la realidad geográfica y en la trama administrativa; existe en los discursos pomposos, y ramplones a la vez, de cualquier politiquillo con
ínfulas de estadista mundial y en unos bancos del Congreso donde se sientan los diputados de "sí o no", que se titulan representantes de Castilla, y solamente lo son de Alba, de Calderón o de cualquier otro "flamenco" de hogaño. Pero, ¿cuál es el alma de Castilla? ¿Dónde está su vida? ¿En qué 
realidad se alza su voz? Castilla hay que reedificarla, porque, como dijo gráficamente Julio Senador, está en escombros.

Los comuneros reunidos en Salamanca tenemos la firme resolución de sublevar al pueblo castellano contra sus opresores. Va a nacer una solidaridad de los rebeldes contra la solidaridad de los caciques. Habrá guerra, y guerra sin cuartel. Todos los hombres honrados vendrán a engrosar el ejército
de la "Junta Santa" de Salamanca. Y esta guerra se desenlazará, estoy seguro de ello, en un segundo Villalar; pero el Villalar de ahora no será, como fue el de 1521, la muerte de las Comunidades, sino su triunfo espléndido, resarcimiento de la derrota sufrida cuatro siglos hay de las humillaciones 
padecidas desde entonces. El pregonero, cuando proclame la severa sentencia contra los vencidos, podrá decir, sin que ningún Juan Bravo le desmienta, que se les castiga por traidores. Porque todo cacique es un traidor a su patria.

(De "El Sol")

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