Guerra al señoritismo
Por Mariano de Santiago Cividades
(El Adelanto (Salamanca), 24 de setiembre de 1932, p. 3)
Si Cataluña y otros pueblos del Norte con la aprobación de Estatutos y mercedes, consiguen mejoras en su economía y adelantos industriales, ¿qué papel queda a los habitantes de las mesetas castellanas, donde el trigo y productos agrícolas, cuestan tanto producirlos como ellos valen, las ganaderías están depauperadas, hay pocas industrias y aumentan los sin trabajo?
¿Tendrán que emigrar a las costas? ¿Acaso cambiar de rumbo y trabajar con afán? Como esto es una verdad, aunque no sea agradable,
es preciso hablar claro.
Se van terminando los tiempos en que se podía vivir de la renta y apellidos; los hijos de los propietarios, después de recibir instrucción adecuada, deben ponerse al frente de sus dehesas y plantaciones; la agricultura no quiere nobleza.
Si la aristocracia española hibiera vivido cerca de los colonos, y hubiera mejorado sus fincas, y atendido a sus míserias, no tendría que lamentarse de la Reforma agraria. Los kuloc o hacendados rusos que vivían en el campo, siguen explotando sus fincas a pesar del comunismo. Pero esos señores salían algo más de sus fincas, que los conejos y perdices que se matan en un ojeo.
Felizmente, son bastantes en Salamanca los que explotan sus dehesas y saben los sinsabores del laboreo.
¿No se podrá transformar la explotación?
En los campos donde el tractor ha hecho la labor más profunda, la cosecha ha sido mejor.
Los rusos, según sus publicaciones, han encontrado una variedad de trigos de 500 especies; las Secciones agronómicas de aquí y de Ávila, venden una clase de trigo que da de 45 a 50 fanegas.
La necesidad apremiante es la conversión en terreno de regadío el terreno de secano; con esto aumentaría varias veces su riqueza; así que urge construir los caneles del pantano del Águeda y activar los proyectos de los del Barco de Ávila y Hoyos del Espino, que regulen el régimen del Tormes con su gran embalse de La Maya.
A esto debe seguir la vigilancia en el desmoche y tala de los montes, que si desaparecen, morirá la gallina de los huevos de oro, y la repoblación de vides en la Sierra de Francia, con los pinos y castaños de Japón, inmunes a la plaga llamada "tinta".
La hulla blanca o energía eléctrica de los saltos del Tormes y del Duero, tienen que favorecer las industrias. Antes de crear las nuevas, fomentar las existentes, como los telares bejaranos.
El abastecimiento de otras nuevas, tiene que ser sin duda de las que abunden las primeras materias.
¿Dónde se fabrica la suela con exceso y abundan las pieles, no se podrá poner fábrica de calzado?
Así ocurrirá con las industrias derivadas de la agricultura.
Y en vez de gravarlas con nuevos tributos, fomentar con premios a los carroceros, rejeros, ebanistas, a los obreros que se distingan en el mérito de la obra.
Hoy el trabajo manual se paga tanto como el intelectual.
Puesto que sobran médicos, abogados, ¿qué rumbo tomarán los jóvenes?
Hace poco presencié en Béjar cómo los telares de más trabajo eran aquellos que, como el de los hermanos Izard, eran regidos por sus dueños los primeros obreros.
También supe después que los Hijos de Gómez Rodulfo, habían aprendido el oficio en Cataluña y en el extranjero.
No hay cosa como el ejemplo. Se puede vestir la blusa del obrero durante las horas de trabajo y luego mostranse como individuo de educación esmerada.
Todos menos pasarse la vida en la holganza.
El trabajo es dura ley que alivia otros sinsabores de la vida.
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