Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

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domingo, 21 de octubre de 2018

Los intelectuales castellanos


Por Gregorio Fernández Díez

(El avisador numantino (Soria), 2 de abril de 1930, p. 1)

El acto de confraternidad celebrado días pasados en Barcelona, entre intelectuales catalanes y castellanos, podemos juzgarle como un episodio más, acaso un tanto lírico ya que en verdad, ninguna transcendencia ha tenido ni del mismo han de derivarse consecuencias efusivas ni prácticas.

Antes de seguir adelante y verter nuestro sincero y crítico pensamiento respecto del acto y de los actores, séanos permitido, sin altisonancias de intelectual, manifestar, no solo nuestro respeto hacia la lengua catalana, que nos es familiar, que hablamos y escribimos, sino el reconocimiento más explícito del derecho, por parte de Cataluña para hablarla y cultivarla libremente y en fin, en otro orden de cosas, que no nos asusta, antes bien en provecho común deseamos la solución del pleito catalán, dentro de un régimen federal de un sistema en que no haya privilegios, sino la igualdad más absoluta para todas las regiones; y para terminar, consignamos que ni los intelectuales llamados castellanos que han ido a Barcelona son los únicos representantes de nuestra cultura.

La cultura castellana, ni los únicos hombres comprensivos de las inquietudes de Cataluña, aunque sea más exacto que sean los únicos que no comprenden nuestro problema, el problema castellano que es también otra realidad.

Pero volviendo al acto hemos de reputar que ha carecido de trascendencia por un nuevo error político de los catalanes invitantes, más políticos que intelectuales y por otro error de jactanciosa vanidad por parte de los invitados que no han representado a Castilla, por la sencillísima razón de que ésta, no les ha delegado ni conferido su representación y además porque no han interpretado sino parcialmente el sentir de Castilla.

Pero antes de seguir adelante en los comentarios por propia cuenta, no queremos dejar de transcribir las manifestaciones de "El Liberal", de Madrid, a este respecto que son del siguiente tenor: "Conviene aclarar un equívoco en bien de todos. ¿Qué elementos han sido invitados por la representación de Cataluña? Los comentaristas de periódicos relacionados con aquélla por una reciprocidad de colaboraciones interesantes desde luego; un sector de derechas que ha tratado con simpatía el problema de Cataluña; cuatro o cinco personalidades indiscutibles y dos o tres que hubieran tenido un gran disgusto si no se les hubiese incluido en el requerimiento". Y luego dice "El Liberal": "¿Más basta con los requeridos para dar una idea exacta del acercamiento de la intelectualidad madrileña a la catalana? Creemos que no basta, sino que puede representar andando el tiempo un exclusivismo perjudicial" y para terminar añade un este párrafo: "Lo mejor de Madrid y lo mejor de Barcelona"
intitula un periódico barcelonés, y esto es mucho decir. Cataluña y Madrid. Tampoco así está bien: "unos cuantos intelectuales y otros tanto residentes en Madrid". 

Como verá el lector, la expresión de "El Liberal" es de un acierto rotundo hasta en el menor detalle, porque decir residentes en Madrid significa que no todos aquellos intelectuales son madrileños; decir Cataluña y Madrid no basta; significa que la aproximación que se ha de buscar es, no la de Cataluña con la Corte, sino con Castilla, con todaCastilla, lo que en definitiva equivale a decir que Madrid no es, ni mucho menos, ni el corazón, ni el único valor de Castilla, ni de la histórica región, aspecto que para lo sucesivo es conveniente que no olvide Cataluña. Pero aún hay más; una mitad de aquellos intelectuales son muy secundones: en Madrid hay centenares, millares de valores más positivos; luego la inmensa mayoría de los hombres no son castellanos: son gallegos, valencianos, aragoneses,
catalanes residentes en Madrid o vascos y no es lo mismo, ¡qué va a ser lo mismo! Castellanos han ido pocos y de ellos aun deberíamos en justicia prescindir de los madrileños, frívolos, oscilantes en sus gestos, insinceros y desde luego desconocedores de los problemas de Castilla que tan cerca tienen, y en fin, desinteresados en absoluto de los problemas regionales de nuestra vieja Castilla, cuya mayor desgracia es que cuente con hijos que la olvidan.

Menguada estaría Castilla si esos hombres fuesen los único o simplemente lo mejor de su representación intelectual. Hay que convenir en que los invitados por Cataluña lo han sido más a título de gratitud política que en otra significación y hay que señalar que haber hecho la recluta solo en Madrid, prescindiendo de las quince restantes provincias castellanas, de esas provincias que cuentan cada una con Ateneo, con prensa, con literatos, con hombres que están en relaciones comerciales con Cataluña, que tienen, en fin, una gran reserva de intelectuales en sus gloriosas universidades de Salamanca y Valladolid, es, repetimos, una lamentable equivocación.

Barcelona, amigos catalanes, por su población, por su intelectualidad, por su riqueza, pesa más sola que el resto de la provincia y de Cataluña; Madrid, no; porque aunque parezca paradógico, los castellanos, menos centralistas que lo que se cree, con un sentido individualista extremado, no vamos a remolque de Madrid, de ese Madrid cuyo ambiente frívolo y oportunista será resultado de un temperamento elaborado por la colmena de audaces, de arribistas, de eclépticos, de figurones que allí
llegan procedentes de todas partes, pero que no son castellanos.

Castilla, catalanes, no va remolque del Madrid político del que está disociada. A este efecto quiero recordar que a fines de 1918, el Madrid político, el Parlamento iba ya a otorgarnos la autonomía integral, cuando las Diputaciones castellanas se levantaron proclamando que Castilla necesitaba al mismo tiempo, ni antes ni después, otro Estatuto para su autonomía.

Por nuestra parte, nosotros castellanos, regionalistas castellanos, castellanistas, federales propicios a toda inteligencia, protestamos enérgicamente de que un puñado de hombres, por muy intelectuales que sean, por el mero hecho de escribir en castellano o de residir en Madrid, se abrogan la represntación de Castilla, los unos porque no son castellanos, sino aragoneses, gallegos, valencianos, catalanes residentes en Madrid o vascos o aun bizkaitarras como Urgoiti; los otros porque aun siendo
castellanos jamás hemos visto que hayan defendido ni el espíritu, ni la personalidad, ni los intereses castellanos.

Cataluña a estas horas les debe a esos hombres la gratitud de un gesto o de unas alabanzas, aunque sean merecidas; Castilla no les debe nada; de los que no son castellanos no ha recibido una caricia, de los que lo son, tampoco; y si así se portan con su tierra cuna; si no han demostrado sus afectos del alma a Castilla, séanos permitido advertir a Cataluña para que no se engañe, que nosotros abrigamos la duda de la sinceridad de su adhesión y aun más, no creemos ni siquiera en los deseos de hacer cultura, ni de dar a España una estructura federal, porque jamás se les ha visto expandirse por Castilla, ni enseñando ni predicando. ¿Es porque residen en Madrid, donde la frivilidad y  eleclepticismo acomodaticio han infestado el ambiente? Allí cada cual va a su negocio. La intelectualidad e Madrid suele ser un negocio más.

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