Un artículo del "Diario de León"
(El Día de Palencia, 14 de junio de 1930, p. 8)
En nuestro estimado colega "Diario de León" se inserta un artículo que con el título de "Regionalismo mal entendido", firma C. Aral.
No hemos de dejar nosotros sin contestar ciertos extremos equivocados que se mantienen en el referido artículo, sin duda por concepto erróneo de lo que será esta fiesta de exaltación y aproximación regional.
No es la primera vez -justo es reconocerlo- que se plantea esta misma cuestión, quizá por un concepto demasiado restringido y estrecho sobre si el reino de León está considerado como un añadido a Castilla, o mejor dicho, como una división meramente histórica o administrativa, pero que no puede tener otra realidad que la de una tradición gloriosa, de la que nosotros -los hijos de la región castellano-leonesa- nos enorgullecemos justamente.
Lejos de lo que el señor Aral cree, la fiesta de Castilla será una exteriorización de un "bien entendido regionalismo" para intensificar el amor a la tierra que nos vio nacer, exaltando lo que más rectamente llega a lo íntimo de todos los corazones, estos elementos típicos que, como nacidos y arrancados de las entrañas del pueblo, tienen la virtud de conmover el espíritu popular.
Con orgullo de hijos, confesamos los palentinos nuestro leonesismo, pero no en sentido angosto y exclusivista que deja entrever este artículo, sino con la amplitud que da una comunidad de historia, de raza, de costumbres, de paisaje sobretodo, pues no hay que que olvidar que una misma es la configuración del terreno en todas las provincias castellano-leonesas, con los mismos inmensos trigales, con idénticos páramos resecos, con las mismas llanuras infinitas.
Y no hay que olvidar tampoco que en la misma provincia de Palencia y de León, los páramos y las montañas se tocan y confunden en los trigales de Grajal y de Villada y en las montañas de Guardo...
Y porque no se pueden establecer fronteras y diferenciaciones caprichosas, donde no existe más que una entidad espiritual y de raza indiscutible, es por lo que se pretende hacer de la fiesta de Castilla una fiesta de fraternidad, de estrechamiento de lazos y de supresión de arbitrarias fronterillas, tan endebles e inseguras que se desmoronan el más débil razonamiento.
Quisiéramos nosotros que el señor Aral (dejando a un lado prejuicios ridículos y absurdos) asistiese a la fiesta que ha de celebrarse en Palencia, comprobando en ella que Castilla es León y León es Castilla, que es una misma y única región que, unida en la Historia y en el paisaje, en raza y en las costumbres...
Y bajo el pendón morado de Castilla quisiéramos cobijar a las once provincias castellano-leonesas.
No importa que la Historia estableciese el reino de León, tan lleno de gestos heroicos y tradiciones gloriosas; pero basta una ligera ojeada a la Historia para ver que el mismo espíritu animaba al reino de León y de Castilla, y que si íntimamente juntos fueron en la larga caminata de los siglos, resulto absurdo y suicida pretender en este momento establecer unas fronteras que jamás existieron, sembrando menudas inquietudes, que sólo pueden disculparse por un concepto erróneo y exclusivamente restringido.
He aquí por qué se reclama para la Fiesta de Castilla el recurso de León. En esta fiesta queremos los palentinos hacer un alarde de solidaridad y completa y absoluta identificación regional de Castilla y León, siempre indisolublemente unidas.
Llamémosla, si queremos, "Fiesta de Castilla y de León" pero no pretendamos encontrar unas fronteras que no han existido jamás, porque las arrollaron los impulsos y los efectos de una misma raza única y gloriosa.
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