Las relaciones palentino-burgalesas, solidaridad regional, del modo de llegar al beneficio práctico
Por Gregorio Fernández Díez
(Quintanamanvirgo, 1891-Barcelona, 1954)
(El Día de Palencia, 14 de setiembre de 1929, p. 1)
El estrechamiento de las relaciones palentino-burgalesas es ciertamente, para mí, motivo de honda y sincera satisfacción. Me bastaría para ello el sentimiento de mi arraigada castellanidad, que se inunda de inefable alegría cada vez que entre dos provincias cualquiera de la madre Castilla surge la más mínima corriente de aproximación, porque entonces, en mi deseo, en mi sentimiento se enciende la esperanza de un general movimiento de solidaridad entre todas las comarcas de esta sagrada tierra menospreciada por los demás, pero en realidad olvidada de sus propios hijos, en los de arriba por indiferencia, en los de abajo porque desconocen toda la grandeza de sus pasado.
Pero tratándose de las relaciones entre burgaleses y palentinos mi alegría se multiplica. Incluyen en ello, de un lado, circunstancias de nacimiento y de otro el ya lejano recuerdo dela infancia en tierras bañadas por el Carrión y la simpatía devota por Palencia, donde la estancia me fue grata y en donde me entregué más de una vez a la meditación, contemplando desde lo alto del Cerro del Santo Cristo del Otero los altozanos desnudos de vegetación, ya la llanura que semeja verde tapiz en primavera; ya la vega, con sus huertas y sus frutales, deliciosísimo oasis, demostración evidente de que nuestro labriego se adapta al medio; oasis que pasa inadvertido para el espectador viajero, que a Palencia como a Castilla entera les juzga con evidente ligereza por engañosas apariencias...
No, el Pisuerga no es la frontera. Pese a quien pese, la racialidad y el factor geográfico, la castellanidad de Palencia y Burgos es tan patente y tan diáfana que hay que afirmarla por encima de algo más ficticio y más moderno: la provincia.
La provincia es una organización administrativa sin verdadero contenido geográfico. Podría ensancharse o reducirse sin que ello conmoviese sentimiento alguno, salvo la inevitable explosión de celos de estas capitales de provincias nuestras, con frecuencia meros centros burocráticos, sin vida propia, sin fuerza de expansión.
La región, la antigua nacionalidad, es algo más trascendente, algo más real, porque es el idioma, la raza, la historia, es la geografía de los usos, las tradiciones: es Castilla.
El sentimiento regional, el sentimiento de castellanidad está adormecido y es forzoso encenderle de nuevo, porque todavía queda bajo las cenizas, bajo los escombros de nuestra ruina, rescoldo inextinguible que espera que alguien le remueva conscientemente.
Nuestro aislamiento, el feroz provincialismo que padecemos en Castilla, es nuestra ruina, mientras que la solidaridad regional, la estimación de los propio, de lo peculiar, que no es poco, nos haría más fuertes y más dignos del respeto de los extraños.
La unidad española, se dice, la hizo Castilla, cuando la verdad es que la hicieron Castilla y Aragón. Lo que no hizo Castilla fue centralizar, ni arrebatar a nadie sus fueros. Eso fue cosa de Carlos V y de Felipe II, porque bajo los Reyes Católicos, Castilla era todavía Nación y España una federación de naciones. Nuestra preponderancia acabó, como ya he dicho en mi obra "El Valor de Castilla" cuando invadieron Castilla y Madrid los medradores de todo el reino, cuando Castilla no pudo gobernarse
a sí misma, cuando el genio político austero y cauteloso de nuestra raza se izó anudado por los medradores de todos los ámbitos de la nación.
Y siendo ello así, la castellanofobia de ese geógrafo portugués, de Gonzalo de Reparaz, todavía se atreve a estas fechas y desde las calumnias de "El Sol" a achacar a Castilla la construcción radial de nuestras líneas férreas...
De modo que si Segovia y Ávila, Soria y Logroño, Palencia y Zamora, Segovia y Burgos no tienen comunicación ferroviaria directa entre sí es porque Castilla, la directora, la centralizadora, no ha querido.
Pero ciñéndonos ya al tema que justifica estas líneas, hablemos de Burgos y Palencia.
La inconsistencia es sin disputa uno de los más graves defectos raciales del castellano y por ello mucho tememos que el iniciado movimiento de aproximación entre ambas ciudades, entre estas dos ciudades de la vieja Castilla, no sea duradero, sino como esporádico, circunstancial.
Lejos de nuestro propósito el enfriar los sentimientos, pero como no es cosa de engañarse; como la unión, la fraternidad no puede cimentarse sobre ningún lirismo ni siquiera por el recíproco elogio en las columnas de la prensa, es por lo que consideramos, que el movimiento debe encauzarse y seguir una trayectoria conducente al logro de algún propósito material concreto.
Difundir y exaltar el sentimiento de nuestra castellanidad como motivo ideal es un efecto algo, más para que no se malogre un sentimiento afectivo, tan sincero como espontáneo, hay que buscar o hay que promover, repetimos, un problema que puede interesar a ambas provincias a la vez, quizás algunos ferrocarriles.
¿Interesa a Palencia ciudad, el de Burgos por Carrión a Sahagún?
¿Interesa a Burgos, capital, la realización del de Palencia a Aranda?
Nosotros hemos dicho con claridad en la prensa de Burgos y lo repetimos aquí, que ambas provincias cuando los proyectos ferroviarios no afectan a la capital, los distritos rurales, los intereses provinciales se ven con frecuencia sacrificados.
Estos ferrocarriles es preciso que se hagan: Logroño-Burgos-Carrión, Sahagún y prolongaciones; el de Guardo-Palencia-Aranda también debe resucitarse con mayor motivo ahora que aquella importante villa ribereña del Duero está en vías de convertirseen importante empalme ferroviario y acrecerá su importancia con la realización del de Aranda a Segovia que circunstancias de tráfico requerirían que solo fuese de vía estrecha.
Todo esto parece, a primera vista, un poco complicado, y sin embargo la consecución de tales proyectos está en razón directa de la fuerza, de la presión que la solidaridad interprovincial de Castilla sepa originar, porque es preciso que los problemas económicos de Castilla nos acostumbremos a contemplarlos desde un punto de mira elevado y regional, si queremos en verdad fortalecer nuestra vida, que bien lo necesita.
En resumen: nos parece de perlas esa confraternidad de burgaleses y palentinos que es preciso estimular, con recíprocas excursiones de sus clubs deportivos, con el intercambio de sus orfeones y bandas o de los mejores oradores de sus ateneos, con mutuas visitas de caravanas de automovilistas o de profesores y alumnos de sus centros docentes o en fin como quiera que sea, pero es necesario que de todo ello se deduzca no solo un más íntimo conocimiento, sino algún beneficio rcíproco, práctico y tangible y la oportunidad nos depara el que ambas provincias laboren juntas en pro de la consecución de aquellos ferrocarriles. No olvidemos que creando intereses se crean arraigados afectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario