Palencia y Burgos
Por Gregorio Fernández Díez
Por Gregorio Fernández Díez
(Diario de Burgos, 12 de octubre de 1929, p. 1)
La ciudad hermana, Palencia de Castilla, así con este apelativo, ha recibido cordialmente al Orfeón Burgalés y a los expedicionarios que le acompañaban; ha sido aplaudido y han sido obsequiados con largueza y con efusión fraternal, los excursionistas; pero, es ocasión para que nuestra embajada no sea un acto de mera reciprocidad a la visita de los palentinos y de su Coral, sino que es preciso que mutuamente inauguren un periodo de relaciones que jamás en lo sucesivo se interrumpa.
Si hoy son los Orfeones los que se corresponden, mañana y pasado y al otro deben ser los Ateneos y los clubs deportivos, y los claustros de los Institutos y Normales, los que organicen recíprocas y continuas visitas, pues que, aun cuando la distancia es corta, el trato, las relaciones no eran frecuentes, no eran continuas, y es preciso que lo sean, porque de la solidaridad castellana, de la solidaridad de nuestras provincias, pueden derivarse no pocos beneficios esencialmente espirituales, para Castilla, la gran calumniada.
La disociación castellana es grande; cada provincia parece un compartimento estanco, y eso tiene que terminar; debe concluir, de la única manera viable, tratándose, juntándose para exaltar y defender todo lo que les sea común. Y lo común a las provincias castellanas es Castilla, es su historia, su raza, su lengua, sus costumbres, sus intereses, tantas peculiaridades, en fin, que, no siendo patrimonio de ninguna, corresponden a la colectividad.
Sí, Castilla tiene también sus peculiaridades tan dignas, tan ejemplares, tan nuestras, que debemos exaltarlas y defenderlas. Están un poco soterradas, y ello implica el deber de sacarlas a flote, limpiarlas y exhibirlas. Ahora, por ejemplo, el Orfeón ha demostrado, como lo han hecho antes las corales de las ciudades hermanas, Zamora y Valladolid, que existe una gran variedad de tonadas y cantares castellanos; que existe, en fin, una música castellana, como ha dicho con su autoridad el maestro Benedito.
Queremos significar, digámoslo con claridad, que es preciso hacer un poco de regionalismo, planta que no es del todo espontánea en ninguna parte, sino que se debe cultivar con esmero. Con ello iríamos ganando mucho, por lo menos ganaríamos el respeto ajeno, hoy harto debilitado, por nuestra propia culpa, por nuestro provincialismo absurdo.
Apena, apena ese provincialismo, en el que no puede haber la menor espiritualidad porque nada evoca. Aquí hemos andado estos días atrás, por ejemplo, defendiendo el burgalesismo de Pedro de Mendoza, de Juan de Salazar, de Juan de Ayolas, fundador de la Asunción. Y todo, porque no hemos sabido crear un Instituto de Estudios Castellanos, según yo proponía en mi obra "El Valor de Castilla". Si lo tuviéramos, esos estudios, esas investigaciones históricas, nos hubieran consentido, esto es, hubieran consentido a Castilla un más lucido papel en la Exposición Iberamericana de Sevilla, en la que Castilla, verdadera descubridora de América por inspiración de Isabel la Católica, representa, lamentable es confesarlo, triste papel.
Mas el pueblo castellano, ciertamente inconstante, impulsivo, pasa pronto de los entusiasmos a la indiferencia y, por ello, yo, temiendo que la aproximación palentino-burgalesa sea meramente externa, considero que se impone un pacto del que puede surgir, no para ambas ciudades, sino para ambas provincias, algo práctico y tangible.
Los ferrocarriles Aranda-Palencia y Burgos-Sahagún por Carrión, tan interesantes, tan necesarios para ambas provincias, pueden ser, deben ser una de las finalidades que mancomunadamente deben solicitar hasta verlas convertidas en realidad.
Nada hay que acerque más a los pueblos que los intereses materiales: creemos intereses y crearemos afectos. Estos ferrocarriles harán más por las relaciones palentino-burgalesas que todos los discursos, que todos los cambios de telegramas entre las autoridades por entusiastas y sinceros que sean, que sí que lo son. La amistad, la fraternidad, requiere algo más que mutuos agasajos. Motivos tienen Palencia y Burgos, para laborar juntas en lo material y en lo espiritual por su prosperidad y enaltecimiento de Castilla.
Mas el pueblo castellano, ciertamente inconstante, impulsivo, pasa pronto de los entusiasmos a la indiferencia y, por ello, yo, temiendo que la aproximación palentino-burgalesa sea meramente externa, considero que se impone un pacto del que puede surgir, no para ambas ciudades, sino para ambas provincias, algo práctico y tangible.
Los ferrocarriles Aranda-Palencia y Burgos-Sahagún por Carrión, tan interesantes, tan necesarios para ambas provincias, pueden ser, deben ser una de las finalidades que mancomunadamente deben solicitar hasta verlas convertidas en realidad.
Nada hay que acerque más a los pueblos que los intereses materiales: creemos intereses y crearemos afectos. Estos ferrocarriles harán más por las relaciones palentino-burgalesas que todos los discursos, que todos los cambios de telegramas entre las autoridades por entusiastas y sinceros que sean, que sí que lo son. La amistad, la fraternidad, requiere algo más que mutuos agasajos. Motivos tienen Palencia y Burgos, para laborar juntas en lo material y en lo espiritual por su prosperidad y enaltecimiento de Castilla.
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