Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

sábado, 14 de mayo de 2016

¿Por qué no, Castilla?

(El Diario Palentino, 9 de noviembre de 1917, p. 1)
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Las formas políticas españolas, canalizadas hasta el día por derroteros centralistas y absorbentes, parecen desligarse de este atadero madrileño, receptáculo de todo el movimiento público, desde la artificiosa fragmentación del suelo patrio en provincias.

ha sido Cataluña la matriz donde ha germinado el grito regionalista. Desde ella, rodando por España, va prendiendo en distintas demarcaciones, unidas por hermandad de idioma, de tradición y de intereses. La impulsión tomada por el regionalismo en la política nacional, es harto evidente.
Gracias a la potencia de las fuerzas, Barcelona puede hablar de tú al progreso extranjero.

¿Por qué no intentar, pues, su iniciación en Castilla? ¿Acaso las provincias componentes del bloque castellano, no tienen una comunidad de origen y un porvenir solidario, capaz de soldar sus aspiraciones y sus anhelos? Pues que surja un creador que pronuncie las palabras bíblicas: ¡Hágase el milagro!

La ocasión es propicia. Que algún ilustre político enarbole la bandera castellana yy edifique el futuro edificio regionalista de Castilla. ¿Comprendéis toda la importancia de la idea? Provincias de intereses eminentemente agrarios ligados por una progenie común y con un ideal de solidarios motivos hace falta solo un hombre capaz de definir un programa para que la siembra brote en el campo abonado donde la semilla tirada por un verbo que encarne el pensamiento, tenga la esperanza de una generosa floración. ¿Acaso no existe quien pueda representar la rebeldía castellana a continuar siendo la reata histórica de un régimen de postraciones y de desamparos inconcebibles?

Que surja un grito llamando a cabildo castellano, que el grito vaya rodando por aldeas, alquerías y pueblos, prendiendo en el alma decaída de los labriegos, y una institución, cualquiera, que recoja el anhelo, le dé forma, y con él obligar a quienes deban a hacerlo a constituir el formidable bloque regionalista de Castilla.

Pensemos la fuerza incontrastable que se derivaría de esta homogeneidad regional, encargada de incorporar a un programa político la esperanza de todo el terruño castellano. Y siendo carne de todo el pensamiento de esta demarcación histórica bastará un edificador asuma la responsabilidad de montar el engranaje donde la madre Castilla defina su porvenir y sus anhelos. 

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