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sábado, 17 de febrero de 2018

El León de ayer, el de hoy y el de mañana

Por Caballero Mier


(Castilla gráfica, revista semanal (Madrid), nº 22, 14 de julio de 1924, p. 20)

De nuestro corresponsal Sr. Caballero Mier.


Existe un general desconocimiento de lo que son y lo que representan muchas ciudades españolas, si estas dencansan sobre la amplia y parda meseta castellano-leonesa. 

Para el artista, para el poeta, que viven fuera del mundo, de la burda realidad, estas ciudades con sus egregias catedrales, sus vetustos muros, sus suntuosos monasterios, su imponderable tesoro artístico, son como una vasta sepultura donde duerme todo lo grande; ün inmenso museo donde la generación presente puede admirar las reliquias de un pasado de gloria y de esplendor. Y este concepto, trascendiendo a la masa general, hace que se crea que estas viejas ciudades son simples reminiscencias del pasudo,.ciudades muertas como no ha mucho decía un consagrado escritor, refiriéndose precisamente a nuestra capital. 


Si nos remontásemos en alas de la Historia a contemplar el León de hace varias centurias, veríamos en él una de las más poderosas capitales, señora de uno de los reinos más gloriosos, pero hemos de ceñirnos a lo presente, que es lo positivo. De la famosa Séptima Legio Augusta, de los Romanos, apenas queda recuerdo, así como tampoco de los más cercanos tiempos de sus famosos reyes; únicamente unas cuantas reliquillas, cantando aquel pasado... 


Hoy, León puede ufanarse de su modernidad, del desarrollo de su industria, de la inmensa riqueza que las entrañas dé su suelo atesora, de la teracidad de sus vegas, de sus vastas extensiones plantadas de viñedo, de su incomparable situación geográfica, de su no igualada posición estratégica, que, en determinado e infausto momento, sería forzosamente un insustituible centro militar. 

León ha sabido como muy pocas de sus hermanas confraternizar el respeto y la veneración que merecen las reliquias de su pasado, con las imperiosas necesidades de su presente; como las mujeres inteligentes y coquetas, sabe ser moderna sin dejar de ser antigua.

Junto al severo monasterio milenario, el suntuoso edificio moderno de cemento armado y vistosa fachada; la sombra de su gentil catedral, cruzada por el elegante auto de paseo o la potente camioneta; el majestuoso silencio de los claustros monacales, turbado por el trepidar de la máquina industrial, férreos latidos de un corazón que vivirá tiempos de prosperidad ya felizmente iniciados.

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