(La Tierra de Segovia: diario independiente, 11 de junio de 1919, p. 1)
Por Juan Monje
Ya se realizó la farsa. El tinglado de las polichinelas dejó caer su telón y allá quedó como único recuerdo de su paso un vaho de pestilencia.
En tanto que los muñecos se movían, yo soñaba, y, en en el sueño, mi imaginación me llevó en loca carrera a contemplar como en un panorama la Castilla de las Comunidades.
Veía admirablemente a aquéllos segovianos, ínclitos varones, aprestarse a defender con tenacidad y valor sin igual sus fueros, de antiguo reconocidos; pretestaban contra el intrusismo, que hollaba sus sagrados derechos.
Contemplaba, admirándolo el tesón de Juan Bravo y sus insignes compañeros que, hasta para morir, tuvieron un gesto hidalgo y caballeroso, y ante tal espectáculo mi alma se ensanchaba al grifo de ¡Castilla y libertad!
Pero desperté, y entonces la amargura me hizo sonrojar. Ya no había hidalgos ni caballeros amantes y defensores de sus libertades; no había ni aún pecheros que siguiensen al caudillo. Únicamente una turba desordenada y loca corría en pos de los intereses despreciables y mezquinos. Como indignos mercachifles iban sin valor y abrumados por el peso de su conciencia.
Traicionaron su fe y se convirtieron en apóstatas ante el fugaz resplandor de un falso ídolo. Que a tales extremos llega el hombre cuando intereses falsos le guían.
Puede la farsa continuar; pero tengan cuidado los farsantes; aten bien los hilos de su trama no sea que el tinglado arda y con el tinglado los polichinelas.
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