(La voz de Castilla: diario independiente de la mañana, 13 de febrero de 1916, p. 2)
Por L. de Pablo Ibáñez
Quizás porque los castellanos nos seguimos creyendo centro y fundamento de España, es por lo que somos los últimos en querer arraigar, constituir la idea del cuerpo del "Regionalismo castellano". Cierto que esta oposición al excesivo poder centralizador que ahora queremos levantar, es un poco tardía, aunque no a destiempo en cuando el régimen feudalista de la edad media fuimos los más rehacios, y, a mi juicio, el regionalismo, no es sino un feudalismo social de región, donde el dueño y el señor es un sentimiento, un amor propio, una idea muy arraigada y querida de la patria chica, que ponemos sin obstáculo, con cariño, por encima de todo sentir, al servicio de nuestro pueblo, de nuestra Castilla.
Para nosotros este regionalismo será sin mácula de pecado, de ese pecado de sepatración, o al menos de desinterés, para la patria España a quien tanto queremos; será sencillamente un desarrollo progresivo de cariño y de fuerza racional al engrandecimiento de los nuestr; la tierra y el hombre, el pueblo de Castilla. Gráficamente, España sería un círculo grande, Castilla uno muy pequeño pero concéntrico, ese centro, el regionalismo nuestro y, claro, al irradiar nuestro trabajo, lo haremos sin duda alguna, pero con todo ahínco con más vigor, con más entusiasmo, a lo más próximo, a lo que más cerca nos toca.
La idea del "Regionalismo castellano" no corta la acción política de ninguna idea; en ella caben todas; esas distintas formas del régimen caben dentro del círculo grande, la nuestra se restringe a la circunferencia pequeña; por eso, todos los burgaleses y castellanos que de tal se precien, pueden ser regionalistas, pueden adherirse al servicio a la tierra, trabajando por su engrandecimiento y bienestar dentro del Regionalismo.
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