(El Porvenir castellano, 9 de mayo de 1918)
Por Juan López Alonso (Ambrona (Soria))
Cuando escribí mi artículo anterior todavía ignoraba que en una provincia castellana se había creado un partido que enarbola la enseña mil veces gloriosa del regionalismo castellano. Castilla, que por un heroísmo, por sus virtudes cívicas por su laboriosidad y claras dotes de intelectualidad y saber logró conquistarse el aprecio y sano y pacífico predominio sobre las demás regiones, no puede presenciar indiferente a movilización de huestes políticas y sociales que aun sin quererlo esgrimen la espada del regionalismo para herir en el rostro a esta madre patria de arrugada frente, pero de corazón rejuvenecido, de gloriosísima historia y risueño porvenir.
Corresponderá al gobierno, a la nación entera la defensa del ideal de una patria común, con idénticos fines, con comunes destinos, con un solo corazón y una sola alma que expresen sus patrióticos sentimientos en un solo lenguaje; pero tiene el regionalismo otros muchos aspectos que no son ni el nacionalismo ni el separatismo. Hay intereses opuestos entre varias regiones, cuyo pleito no ha de resolverse con las manifestaciones patrióticas de centralización.
Es forzosamente necesaria e inaplazable la formación de un gran partido regionalista castellano que condense las nobles aspiraciones que se encuentran diseminadas en todos los amantes de la hidalga tierra, que refleje el agradecido cariño de las demás regiones hacia la Patria común, simbolizada en estos momentos por Castilla; que rechace toda afirmación insidiosa de embozado separatismo, que impulse las corrientes de vida de la región y lleve como enseña la defensa de los intereses vitales de las clases sociales en ella más numerosas, que llegue, en fin a fijar en su suelo el desarrollo de todo progreso que hasta ahora parece ha sido monopolio de las regiones audaces y egoístas.
Pero alguien dirá que sería suficiente la afirción centralista para contrastar las antipatrióticas exposiciones del nacionalismo conque matizan de color separatista su bandera varias regiones de España, orgullosas por un despertar tal vez funesto, aunque para ellas parezca risueño como coloreado con el carmín y grana de la libertad. Más no debemos olvidar que si por un impulso patriótico se nos defiende en la inmensa mayoría de las regiones españolas como a un simbolismo histórico, como a un ideal de unificación nacional, esa defensa sin embargo, no abarca todas las aspiraciones legítimas que debe sintetizar en su programa un sano regionalismo castellano. Esa defensa por ser algún tanto egoísta, es insuficiente para la total reivindicación de los derechos de Castilla como región.
Por otra parte no es el centralismo un sistema político incontrovertible y racional que podamos sin avergonzarnos acogernos a él para la vindicación de las justas aspiraciones de Castilla frente a las audaces pretensiones de otros organismos regionalistas. Hagamos la disección harto sutiles de que forma el programa regionalista, y nos encontramos con el espectro imponente de un campo de operaciones en el que un sano regionalismo castellano ha de conseguir gloriosas victorias para el resurgimiento de la región y de la Patria.
Por Juan López Alonso (Ambrona (Soria))
Cuando escribí mi artículo anterior todavía ignoraba que en una provincia castellana se había creado un partido que enarbola la enseña mil veces gloriosa del regionalismo castellano. Castilla, que por un heroísmo, por sus virtudes cívicas por su laboriosidad y claras dotes de intelectualidad y saber logró conquistarse el aprecio y sano y pacífico predominio sobre las demás regiones, no puede presenciar indiferente a movilización de huestes políticas y sociales que aun sin quererlo esgrimen la espada del regionalismo para herir en el rostro a esta madre patria de arrugada frente, pero de corazón rejuvenecido, de gloriosísima historia y risueño porvenir.
Corresponderá al gobierno, a la nación entera la defensa del ideal de una patria común, con idénticos fines, con comunes destinos, con un solo corazón y una sola alma que expresen sus patrióticos sentimientos en un solo lenguaje; pero tiene el regionalismo otros muchos aspectos que no son ni el nacionalismo ni el separatismo. Hay intereses opuestos entre varias regiones, cuyo pleito no ha de resolverse con las manifestaciones patrióticas de centralización.
Es forzosamente necesaria e inaplazable la formación de un gran partido regionalista castellano que condense las nobles aspiraciones que se encuentran diseminadas en todos los amantes de la hidalga tierra, que refleje el agradecido cariño de las demás regiones hacia la Patria común, simbolizada en estos momentos por Castilla; que rechace toda afirmación insidiosa de embozado separatismo, que impulse las corrientes de vida de la región y lleve como enseña la defensa de los intereses vitales de las clases sociales en ella más numerosas, que llegue, en fin a fijar en su suelo el desarrollo de todo progreso que hasta ahora parece ha sido monopolio de las regiones audaces y egoístas.
Pero alguien dirá que sería suficiente la afirción centralista para contrastar las antipatrióticas exposiciones del nacionalismo conque matizan de color separatista su bandera varias regiones de España, orgullosas por un despertar tal vez funesto, aunque para ellas parezca risueño como coloreado con el carmín y grana de la libertad. Más no debemos olvidar que si por un impulso patriótico se nos defiende en la inmensa mayoría de las regiones españolas como a un simbolismo histórico, como a un ideal de unificación nacional, esa defensa sin embargo, no abarca todas las aspiraciones legítimas que debe sintetizar en su programa un sano regionalismo castellano. Esa defensa por ser algún tanto egoísta, es insuficiente para la total reivindicación de los derechos de Castilla como región.
Por otra parte no es el centralismo un sistema político incontrovertible y racional que podamos sin avergonzarnos acogernos a él para la vindicación de las justas aspiraciones de Castilla frente a las audaces pretensiones de otros organismos regionalistas. Hagamos la disección harto sutiles de que forma el programa regionalista, y nos encontramos con el espectro imponente de un campo de operaciones en el que un sano regionalismo castellano ha de conseguir gloriosas victorias para el resurgimiento de la región y de la Patria.
Ambrona y abril de 1918.
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