Castilla, un resurgimiento material necesario

Por un castellanismo contra la Agenda 2030

"Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo" (T. A. Edison).

viernes, 14 de octubre de 2016

Vida política

(Heraldo de Zamora, 16 de noviembre de 1908, p. 1)

De muchas cosas ingratas al Gobierno podría hablarse en estas "Notas". Aun descartada por el momento la difícil situación del ministro de la Guerra, partir del inusitado relevo del general Martitegui, asunto que, a creer los rumores que hace días circulaban en ciertos Centros, puede enconarse de nuevo con ocasión de la próxima visita a Palacio del general Zappino, y aun prescindiendo de la posición poco airosa en que el señor Maura ha quedado después del formidable discurso que el señor Moret pronunció el viernes en el Congreso, cabe recoger otros otros incidentes de mayor actualidad que justifican sobradamente el título de estos renglones.

El señor Maura podrá proporcionarse la pueril satisfacción de prolongar su existencia ministerial una temporada, pero ¡a qué costa!

Para ello, una tarde ha de declararse, como ayer, insolvente a los efectos de pretender siquiera desvirtuar ante el país los gravísimos cargos formulados por el ilustre jefe de la oposición gubernamental. Y en otra ocasión, ayer mismo, ha de disciplinar su carácter hasta el punto de resignarse a que, desde el propio banco azul, el ministro más autorizado para definir la política financiera del Gobierno, ponga en entredicho el empeño capital de esta etapa conservadora, el proyecto de régimen para los Municipios y provincias, declarando categóricamente que las previsiones económicas para 1909 no serán cercenadas lo más mínimo para asignar dotación a las Haciendas locales.

Esto dijo ayer el señor González Besada en su réplica al señor Azcárate, el cual, como el señor Moret la víspera, había reiterado el reparo de que si el Estado no ha de desprenderse de algunos ingresos en beneficio de las Corporaciones locales, la autonomía que el señor Maura promete habrá de quedar reducida a una declaración platónica, no ya ineficaz, sino perturbadora porque malogrará la última esperanza de los pueblos que en sus propias fuerzas confían.

Y si el presupuesto que se discute no ha de abordarse este magno problema de las relaciones del Tesoro nacional con las Haciendas locales, aun dando de barato el absurdo inverosímil de que el Gobierno actual aprobase la ley económica para 1910, el aplazamiento, categóricamente declarado ayer por el señor González Besada, implicaría, el retraso en dos años la implantación del nuevo régimen local, porque los ni los Ayuntamientos ni las Diputaciones, ni mancomunidades provinciales podrán funcionar con arreglo a la nueva ley mientras no dispongan de recursos con que atender a los servicios que se le encomiendan y a las iniciativas para que quedan autorizados.

De ahí el disgusto que, con harto fundamento, atribuían esta tarde sus íntimos al señor Maura, el cual abandonó hoy Madrid, como buen madrugador, muy de mañana; pero con los hábitos dominicales, regresó al anochecer para confeccionar en su domicilio con varios ministros, de los suyos, de los incondicionales, a quienes previamente había citado.

¿Qué resolución meditará el señor Maura para desvirtuar las rotundas declaraciones que ayer hizo en el Congreso al ministro de Hacienda?

De seguro que ni el propio jefe del Gobierno podría contestar a estas preguntas. 

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