Por Quintiliano Saldaña
(La Tierra de Segovia, 12 de setiembre de 1919, p. 2)
(La Tierra de Segovia, 12 de setiembre de 1919, p. 2)
Y en Castilla hay dos almas. Un alma vieja, que va quedando sola, fría, escuálida, pero que se agarra desesperadamente a la vida, pendiente sobre el abismo de la muerte: la otra es joven, vigorosa, cálida -que es la gran promesa de España- y brota al conjuro del destino, en la Historia, como una columna de luz.
El alma vieja es la rutina -mueca pedestre de la tradición- que pasa; es una tropa de esqueletos montados en jumentos, y al viandante que camina atraído por la columna de luz, le gritan:
-"Ven acá infeliz. ¿Qué será de ti? El que nada contra corriente se ahoga. Te arrollarán, te pisarán. Desconfía de las novedades... Haz lo que tu padre, como lo hizo tu abuelo, como todos."
El alma nueva es la cooperación -fórmula contemporánea del progreso- que junta las manos de todos sobre la esteva común, para dar más profundidad al surco abierto, que une todas las inteligencias frente al interrogante universal a fin de mejor resolver el problema de la vida (tanto como la rutina la preocupa el de la muerte); que asocia el capital de unos al trabajo de otros, y la inteligencia al esfuerzo. para acometer grandes empresas -canales, pantanos, pozos artesianos, puentes, vías, nuevos trabajos de Hércules.
Con el alma partida en dos, como poseída por ajeno espíritu, Castilla siente que se traba en su entraña una lucha. Las dos almas de Castilla -la vieja y la nueva- se baten denodadamente; la una, serena; la otra, con desesperación, como dos grandes genios de la Historia.
El progreso y la tradición prosiguen su duelo secular, ahora con nuevos lema en sus carteles. Los dos convocan; los dos reclutan.
La cooperación congrega y organiza a los hombres para conquistar la vía del porvenir, por la libre unión, que es la fuerza. La rutina les reúne para defender la fortaleza del pasado, por la esclavitud gregal, amarrados a las cadenas de la tradición; uncidos como bestias, al yugo de las costumbres.
Es ahora, como antes, la eterna contraposición. La una, que le dice al labrador: "Asóciate y tendrás máquinas y abonos, y semillas, y dinero, y crédito para cultivar a la moderna; ¡mira cómo produce la tierra!". La otra, que le grita: "No te asocies, déjales a esos. Ya se desengañarán, porque van a la ruina. No arriesgues tu dinero, que más vale pájaro en mano que ciento volando; ni te empeñes, sacando dinero de la caja rural, que el interés come a la mesa con el amo; ni pruebes nuevos abonos que queman la tierra; ni oompres máquinas, que son saca-cuartos".
Y así sufre hoy el alma de Castilla, sacudida, dislocada por esas dos fuerzas contrarias que le agitan, en vacilación constante, obligándola a caminar por un sendero de tinieblas, borrado por la nieve y abierto con sangre.
La ignorancia embrutece el camino, la indiferencia ambiente hiela sobre él... La huella ensangrentada del esfuerzo, de los que pasaron es su único guía.
Es el alma de Castilla que pasa...
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