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miércoles, 6 de diciembre de 2017

El Estado y la industrialización de los países pobres

Por Gregorio Fernández Díez

(Información comercial española, nº 203, julio 1950, p. 1016-1018)



Con menos celeridad que la que los patrióticamente impacientes deseamos, ello sin duda debido a impedimentos que exteriormente se nos crean, una tras otra, van convirtiéndose en realidades, una serie de grandes factorías industriales, de centrales hidroeléctricas o térmicas, amén de infinitas industrias más modestas que están cambiando la faz industrial de España.

La inauguración de las centrales térmicas de Puente de García Rodríguez y Ponferrada y del salto de Villalcampo sobre el Duero y la espléndida fábrica de La Cellophane Española en Burgos el pasado estío y ahora recientemente de las grandes factorías de "Nitratos de Castilla, S.A.", y de la Empresa Nacional del Aluminio, en Valladolid, son realizaciones que ponen de relieve el vidente incremento industrial de España y que auguran para en breve el instante en que nuestro país logre alcanzar el indispensable equilibrio agro-industrial que precisa.

De las citadas realizaciones unas corresponden a la libérrima acción e iniciativas privadas y otras son obra de empresas dependientes del Instituto Nacional de Industria, trascendental creación del señor Suanzes, a quien en justicia hay que reconocer como el gran impulsor de la industralización de España.

Jamás en la historia nuestro desenvolvimiento industrial ha tenido éste el empuje que en el último decenio. Díganlo el aumento de consumo de energía eléctrica, el número de industrias establecidas que se cuentan por miles, el de las sociedades anónimas y mercantiles en general constituidas en este período o el montante de los capitales invertidos en tales empresas y sociedades, todo ello revelador de la falsedad de que la iniciativa privada haya estado ni esté constreñida en nuestro país. Las autorizaciones se han prodigado y las denegaciones inexcusables, más bien han sido meros aplazamientos.

Mas, en el supuesto de que esa limitación de las iniciativas fuese cierta, cabe preguntar a los censores: ¿por qué no se realizaron ni se comenzaron siquiera esas iniciativas, esas industrias hasta 1936 cuando la libertad económica no era dirigida ni las iniciativas contenidas, según ellos?

Contestamos: Los exaltadores de la economía libre en España y de la libertad de iniciativa, no ejercitaron ésta o de otro modo no supieron acometer industrias que en otras naciones se han llevado a efecto. Y ahora otra pregunta: ¿quién ha impedido en España que se erigiesen nuevos altos hornos, se perforasen nuevos pozos carboníferos, se construyesen más barcos, se montasen fábricas de celulosa, de caucho sintético, de nitrógeno, de colarantes o bien 
factorías para la obtención de carburantes sintéticos? 

El Estado no fue; el Estado promulgó una Ley de Protección a las industrias y creó el Banco de Crédito Industrial en 1916 para ayudar las iniciativas, que ya estaban ayudadas con primas a la exportación, a la producción carbonífera, a la construcción naval, etcétera, etc.

Es concluyente, pues, la dedicación de que el Estado en España raya en la política económica a la altura de otros Estados; pero si la comparación se establece entre la economía española y la extranjera o entre la inicitiva industrial y técnica privadas de nuestro país y las de otros, las nuestras quedan... muy mal.

El Estado ha tenido que venir en España a ejercitar cometidos que ya, como luego veremos, realiza en todas partes. Ha tenido que planificar la economía nacional, en aspectos en los que no es autorizable la inhibición y a suplir la inacción privada, creando el Instituto Nacional de Industrias, que está dotando a nuestro país
de algunas necesarias a la defensa nacional y de otras básicas e indispensables a la nación.

El derecho y el deber de cada país de industrializarse es irrenunciable. Una serie de Estados pobres, mas con políticos cuya clara visión de las conveniencias y del porvenir de sus naciones han acometido esa industrialización, no sólo con medidas gubernamentales de política económica, sino montando directamente, el Estado, las industrias o indirectamente mediante corporaciones estatales subsidiarias semejantes a nuestro Instituto Nacional de Industrias.

El Japón era en 1868 una nación atrasada y pobre que hasta 1872 no inauguró su primer ferrocarril. En 1906 los electrificó todos. En 1914, en las fábricas, arsenales, talleres, imprentas y fábricas de tabaco el Estado ocupaba 140.000 obreros. Y es que fue el Estado en el Japón el que montó diversas industrias, directamente, como los altos hornos de Jawata, cuando la nación era pobre y retrasada, industrias que luego, en 1885, transfirió a sociedades privadas.

Rusia, la zarista, cuando era una nación pobre, creaba su Banco Nacional, mas hasta 1883 no amortizó el funcionamiento de la banca privada. Aquella Rusia, como la de ahora, en la que el Estado lo era casi todo, pudo un día fundar artificiosamente San Petersburgo, por razones estratégicas, e industrializar dicha ciudad y crear otro, también artificialmente, Lodz, la Manchester polaca, e instaurar en ella la industria textil y montar directamente fundiciones y fábricas de armamentos de Tula y aun promover una fábrica en Moscú de hilados y tejidos, que ya en 1913 ocupaba 20.000 obreros.

En la Rusia zarista fue el Estado quien, acometiendo directamente la construcción de la red ferroviaria, sostuvo las industrias francesas, belgas e inglesas siderometalúrgicas que se establecieron en la cuenca del Donetz. 

Ahí está Turquía, la anatólica, modernizándose bajo la acción directa del Estado, que estableció altos hornos en Karabuk y explota minas de carbón y ferrocarriles y hasta fábricas de curtidos, de celulosa, centrales hidroeléctricas y fábricas de cemento como en Siva. País de escasos capitales, más bien pobre, queriendo dejar de serlo, el Estado toma la iniciativa de transformar la nación.

La China nacionalista, no la semisoviética, tenía organizadas cuatro empresas estatales: la China Textil Cº, con cuatro fábricas; la China Marchands Steamers Cº; la Tainan Sugar Cº y la Tainan Paper Cº, ello sin duda porque pretendía salir de la pobreza y liberarse de la explotación extranjera.

En Bolivia el Estado pone una fábrica nacional de clavos y otra de hilados y tejidos y tuvo constituida una sociedad mixta con la Standard Oil Cº, si bien ahora los yacimientos petrolíferos son fiscales.

En el Brasil, además de la refinería de petróleos en montaje en Mataripe, el Estado tiene constituidas dos sociedades paraestatales, una de motores para la aviación con Fairchild E. and Aeroplane Cº, y otra la de los altos hornos de Volta Redonda con otra empresa norteamericana.

La Yugoeslavia presoviética tenía ya la fábrica de motores de aviación de Kralico, dependiente del Estado y de una empresa norteamericana.

En Venezuela, la fábrica de papel de Maracay y la de cementos de La Vega son del Estado.

En Perú los yacimientos de guano son del Estado, administrados por una sociedad subsidiaria. De otro lado la Corporación Peruana del Santu es una empresa paraestatal con 30 millones de dólares que acomete la explotación minera de carbones, hierros, monta acererías y construye saltos de energía. Su cometido es el de nuestro I.N.I.

En Chile son paraestatales una fábrica de deshidratación de frutas y otra de cubiertas y neumáticos, en Maipú, con la participación norteamericana. Además se ha creado la Corporación de Fomento, que cual nuestro I.N.I., esto es, ya por sí mismo o bien mediante empresas mixtas está desarrollando el plan de electrificación nacional, instalando fábricas de cemento, fundiciones de cobre y de estaño y los altos hornos de Bahía de la Concepción, éstos con la colaboración norteamericana, amén de otras actividades.

En el Uruguay la energía eléctrica es un monopolio del Estado; lo es la fábrica de papel del pueblo de Juan Lacaze; lo es el Frigorífico Nacional, ¿qué dicen a esto los detractores de la leve acción industralizadora estatal en España a través del Instituto Nacional de Industria? Lo probable es que lo ignoren. Nosotros conocemos, por el contrario, la satisfacción y el orgullo que tal acción industrializadora produce en aquellas naciones: sírvannos de ejemplo y espejo de conducta.

Mas, continuemos. En el Ecuador pertenece al Estado la fábrica de abonos de La Libertad.

En la República Dominicana, el Matadero Industrial Frigorífico de Trujillo es del Estado.

En Méjico, además de los yacimientos petrolíferos, son ahora industria estatal las fábricas químicas expropiadas  a las firmas alemanas Schering, Bayer, Bekririg y Merk.

En Holanda el Estado posee diversas industrias y explota cuatro minas de carbón en Limburgo.

En la República Argentina son propiedad del Estado las fábricas de tejidos de Hualcondo y de Resistencia; lo son los yacimientos petrolíferos fiscales; los yacimientos y altos hornos de Zapla (Palpalá), en Jujuy, y van a serlo otras manifestaciones industriales en virtud del plan quinquenal y lo es la fábrica de motores de aviación de Córdoba.

En el Indostán, el Estado de Trasvancore posee dos fábricas de su propiedad, una de motores de aviación y otra de rayón. Se ha divulgado que el Indostán tiene, no sólo planes de industrialización, sino de estatificación y acordada la creación de tres compañías navieras mixtas, con cien millones de dólares cada una en las que el 51 por 100 será suscrito por el Gobierno.

Recuerde el lector la invitación que un día ciertos beligerantes nos dirigían para que continuásemos cultivando olivares y viñas. Mas España, prefiere seguir su ejemplo a su consejo; queremos industrializarnos. Nuestra nación debe hacer lo que hacen las naciones mencionadas y nuestros gobernantes lo que hacen los de esos pueblos... y los de otros.

La Inglaterra prelaborista había ya construido estatalmente la red eléctrica nacional que aquí acomete la iniciativa privada; la Inglaterra prelaborista había convertido el Estado en comanditario de la Sociedad Británica de Materias colorantes, de la Anglopersa de Petróleos, de la Cunnard de Navegación, del Banco Comercial de Liverpool y de la Compañía del Canal de Suez. También poseía y explotaba minas de carbón en Nigeria, había creado una fábrica de magnesio, etcétera y montado otra para la obtención de gasolina sintética de Becingham-on-Teel. 

La Francia predegaullista había estatificado los yacimientos hulleros e instalaciones para la obtención de carburantes de Bethune.

En Suecia el Estado explota diversas industrias, centrales hidroeléctricas y los altos hornos de Jernenbeck en Norbattene, cosa que se repite en la Unión Sudafricana.

En los Estados Unidos. el Estado posee fábricas de magnesio de Nevada y California, instalaciones de obtención de gasolina y caucho sintético, diversas fábricas de aluminio y posee y explota las grandes centrales hidroeléctricas de Musle Schoals, de Bonneville y Grand Coulée con la fabricación anexa de nitrogenados y explosivos.

En Uruguay, la Argentina, el Estado Vaticano y Suiza cuentan con flota mercante estatal. ¿Para qué aducir nuevos ejemplos?

Si esta actuación industrializadora es loable en otras naciones, loable es en España. La siguen, como vemos, incluso naciones ricas de economia liberal, pero singularmente dicha trayectoria es la que acometen naciones pobres y escasamente industriales que pretenden elevar en nivel de vida. Y como éste debe ser el objetivo nacional, el Estado, el I.N.I. habrá de continuar su eficiente y patriótica obra de industrializar España frente al mundo y fomentar en el
área nacional industrias y actividades en las provincias y regiones menos ricas o más retrasadas en evitación de desniveles que trascienden desde lo económico a lo político.

Y esta doble trayectoria, la de convertir a España en nación industrial y realizarlo en todos los horizontes de la nación, tiene una tal consideración que abarca lo económico, lo demográfico, lo social, lo estratégico y, por suma, el gran problema político de aprestar el lazo entre todos los hombres y pueblos de España, cumpliendo con ello el Estado la máxima realización de justicia y equidad, porque si la unidad política conduce a la unidad económica,
la unidad económica consolida la unidad política eficazmente. 

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